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Personas indeterminadas

Que no me digan el nombre del viajero contagiado con una enfermedad que tiene al planeta de rodillas, sí que es una gravísima lesión al derecho a estar informado.

24 de enero de 2021 Por: Vicky Perea García

El 24 de diciembre pasado los medios de comunicación informaron que una señora viajó a Pasto en avión sabiendo que tenía Covid-19. A principios de enero, un extranjero contagiado aterrizó en Bogotá en un vuelo desde Houston. A mediados, fueron cuatro extranjeros que llegaron a Cartagena enfermos.

En ningún caso se sabe cómo se llaman estos viajeros, aunque las noticias informan que mientras el gringo se hizo el gringo hasta que en sanidad aeroportuaria lo separaron, la pastusa no esperó a llegar al aeropuerto de Chachagüí, sino que le mostró la prueba positiva a la tripulación ya con el vuelo en el aire. Dicen que como resultado aislaron a 8 pasajeros, es decir solo 8 personas merecieron medidas de protección de la gracia de la pastusa del covid, aunque supongo que desde su casa hasta el avión estuvo en contacto con decenas más.

Aparte de lo grave de estas circunstancias por donde se quieran mirar, pues no se sabe qué es peor, si la debilidad de los controles sanitarios en el chequeo de las aerolíneas en los puntos de partida, o la irresponsabilidad imbécil de los viajeros enfermos que se montan en un espacio cerrado con decenas de personas por una hora en el caso del vuelo de Pasto, pero de cinco en el caso del gringo, es muy grave la forma timorata con que las autoridades y los medios están dando la información, pues no mencionan el nombre de los viajeros, debiendo hacerlo.

En ninguno de los casos citados se sabe el nombre del protagonista de la historia. No sabemos cómo se llama la querida señora pastusa, ni el gringo, ni los cuatro viajeros de Cartagena de quienes ni siquiera se sabe su nacionalidad. El público, destinatario final de la información, no tiene cómo saber si estuvo cerca de alguno de los enfermos, o los conoce, o ha estado en su casa, o compartido un café en los días previos al viaje. Nadie puede extraer de esas notas lacónicas y timoratas un solo dato que le permita informarse para proteger su propia salud.

Aunque siendo pastuso por adopción (o conveniencia) no frecuento mucho a los paisanos, me gustaría saber quién es la pastusa del covid para saber si alguien en mi familia estuvo expuesto a un riesgo directo o indirecto allá o acá.

Algo sombrío pasa ahora en la información relevante para la sociedad y es que no tiene protagonistas. En las escuelas de periodismo se dice que las noticias deben responder cinco preguntas: Qué, quien, cómo, dónde y cuándo. Ya no nos dicen quién fue y muchas veces se omite cuándo y dónde. Supongo que una causa es la malentendida presunción de inocencia, o la jurisprudencia sobre libertad de información que cada vez más enreda el trabajo periodístico y obstruye su función informativa. Lo cierto es que la información sensible cada vez tiene más velos, tanto en lo textual como en lo gráfico y el lector de las noticias no se forma una idea de qué fue lo que pasó en términos de las cinco preguntas que en las escuelas se dice debe contener toda nota periodística.

No pasa lo mismo en farándula, pues sabemos en detalle qué, quién, cómo, cuándo y dónde Kevin Roldán o Luisa Fernanda W, hicieron algo que sólo podría ofender el buen gusto, sin trascendencia en la salud o seguridad de la gente.

Pero que no me digan el nombre del viajero contagiado con una enfermedad que tiene al planeta de rodillas, sí que es una gravísima lesión al derecho a estar informado.

AHORA EN Guillermo Puyana Ramos