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Esmad y la lógica del tropel

“Se caería el gobierno” dijo añadiéndole patetismo a la situación el de por sí patético Angelino Garzón, refiriéndose a la solicitud de los coordinadores del paro de que la guardia indígena, una fuerza simbólica, reemplazara al Esmad.

15 de diciembre de 2019 Por:

“Se caería el gobierno” dijo añadiéndole patetismo a la situación el de por sí patético Angelino Garzón, refiriéndose a la solicitud de los coordinadores del paro de que la guardia indígena, una fuerza simbólica, reemplazara al Esmad, una fuerza real, en el control de las marchas que se desataron el pasado 21 de noviembre. Yo pensaba que la viabilidad de un gobierno residía en factores como el desarrollo económico equilibrado, la estabilidad de la alianza de gobierno, la lealtad del ejército y el entorno internacional. Pero solo la existencia de una fuerza policial de choque sea la clave para explicar la continuidad de un gobierno es exagerado.

Desafortunadamente esa ha sido la idea propagada desde el 21 de noviembre. Es inconcebible que el gobierno nacional haya caído en la trampa de que el manejo de los disturbios depende o no de la existencia de una fuerza de choque. Todo gobierno necesita una fuerza de choque para controlar disturbios, como necesita una policía de tránsito para controlar el tráfico. Si hoy esa fuerza se llama Esmad es intrascendente porque de todas maneras se necesita una fuerza antidisturbios. Si un gobierno necesita una fuerza de choque para controlar los efectos de una protesta social, no importa cómo se llame, de todas formas es una fuerza esencial en el organigrama de la policía.

El absurdo radica en la pretensión de los organizadores del paro de que pueden hacer manifestaciones masivas sin querer que del lado del gobierno haya una fuerza especialmente capacitada para controlar los efectos colaterales de esa masividad. Y eso que en Colombia aún no estamos presenciando el grado de organización logística que demuestran por ejemplo lo que en el mundo se llaman como los Black Blocs. Éstas son fuerzas organizadas especialmente para llevar al límite a las fuerzas antidisturbios.

Toda manifestación masiva por muchas pretensiones que tenga de que sus desarrollos no involucren vandalismo, está llamada al fracaso. Salir a protestar por un cambio de gobierno de forma multitudinaria involucra necesariamente un disturbio y su contraparte no es otra que la fuerza antidisturbios. Pretender que ese desarrollo se prevenga con una fuerza indígena totalmente simbólica es una ilusión.

Dicho de manera más simple, el Esmad no está para tomar chocolate con los manifestantes, ni para que le pongan girasoles en sus escudos, si no para contenerlos, controlarlos y reprimirlos. Esa es la esencia tanto del disturbio como de su control.

El reclamo de que el Esmad excede su fuerza es una tontería. Yo recuerdo muy bien las épocas del tropel universitario de los años 70s en las que la esencia era precisamente reconocer la existencia de una fuerza de choque que cuando confrontaba a su contraparte estudiantil involucraba ciertas magulladuras.

De manera que si la situación pretende controlarse desde el punto de vista puramente simbólico como la presencia de una guardia indígena que no está hecha para controlar disturbios, no estamos entendiendo la dinámica y la lógica del tropel.

El Esmad por su parte no podría salir a reclamar que en el curso de su trabajo se topó con elementos extremistas que les causaron lesiones pues ellos van uniformados y equipados para enfrentar esa situación. Ésa es la lógica del tropel.

Si los organizadores de las marchas quieren manifestarse de manera multitudinaria sin que haya tropel, viven en una ilusión. Llevar la actuación del Esmad al escenario del derecho internacional humanitario sólo refleja la ingenuidad y la tontería de los organizadores de la protesta. De su lado siempre habrá piedras y cócteles molotov y del otro lado siempre habrá gases lacrimógenos y bolillo.

AHORA EN Guillermo Puyana Ramos