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A los humanos les encanta multiplicar doctrinas y normas. Es que si se enseña, basta con amar los credos que no tienen razón para existir.

22 de febrero de 2021 Por: Vicky Perea García

Cuando, por las tardes, el gurú se sentaba para las prácticas del culto, siempre andaba por ahí el gato del ashram.

Merodeaba por todas partes y, en realidad, distraía a los que iban allí a orar o a meditar buscando paz.

Entonces el gurú ordenó un día que ataran al gato durante el culto de la tarde. Así todo estaba en calma.

Mucho tiempo después de haber muerto el gurú, seguían atando al gato durante el referido culto.

Y cuando el gato murió, llevaron otro para atarlo durante el culto vespertino. La tradición continuó.

Siglos más tarde, los discípulos escribieron doctos tratados acerca del importante papel que desempeña un gato en un buen culto.

Nota: ¿Cualquier parecido entre esto y las doctrinas, creencias, normas y prohibiciones de las religiones es pura coincidencia?

A los humanos les encanta multiplicar doctrinas y normas. Es que si se enseña, basta con amar los credos que no tienen razón para existir.

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