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El poder de los pensamientos y de las palabras es superlativo. Es creador de la realidad. Somos lo que pensamos.

25 de febrero de 2020 Por: Gonzalo Gallo

Cuenta la historia que había un leñador descontento con su suerte a quien Júpiter le concedió tres deseos.

Él se puso feliz, lo compartió con la esposa y ambos se pusieron a pensar qué debían pedir.

En su ligereza ella dijo: “Ahora qué bien nos caería un trozo de morcilla” y ve con asombro una larga morcilla que se le acercaba.

Se atizó un altercado entre ambos y él gritó: “Ojalá, mujer tonta, que esa morcilla colgase de la punta de tu nariz”, y así sucedió.

Pues bien, amigo lector ya puedes adivinar cuál es el final de esta fábula del escritor Perrault:

Tras una larga pelea y un parloteo inútil, la mujer se liberó de la morcilla con el último deseo y ambos siguieron su vida igual.

Por eso es de sabios meditar en los males de la inconformidad y la ligereza al pensar y al hablar.

El poder de los pensamientos y de las palabras es superlativo. Es creador de la realidad. Somos lo que pensamos.

Sigue en Instagram @Gonzalogallog

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