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Hace muchos años un amigo le dijo al otro: te cuento que lo he pensado y me voy a cambiar de religión.

25 de febrero de 2020 Por: Gonzalo Gallo

Hace muchos años un amigo le dijo al otro: te cuento que lo he pensado y me voy a cambiar de religión.

Sí, hay cosas positivas, pero existen normas, prohibiciones e incoherencias que atan, limitan y hacen daño.

El otro le comentó: si eso es lo que tu corazón te dice, síguelo. En mi caso yo no pertenezco a ninguna.

Pasaron los años, se volvieron a encontrar y el segundo le preguntó al primero: ¿Cómo te va en tu nueva religión?

La respuesta del amigo es bien elocuente: ‘Seres humanos dejé y seres humanos encontré’.

En otras palabras, la religión, la entidad o el hogar perfectos sólo existen en la mente de los ilusos.

Cada cual mira en cuál religión se siente mejor o, si es el caso, está con Dios y ama sin estar en algún credo.

Al fin y al cabo Dios no ha creado ninguna religión, todas son humanas y, como tales, tienen luces y sombras, oro y lodo. Sólo cuenta amarse y amar.

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