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Siempre, desde que me hablaron de ellos estudiando filosofía, he sentido empatía con los estoicos. En especial con sabios de la talla de Séneca, Marco Aurelio y Epicteto. Seres tan centrados, controlados y ecuánimes.

25 de febrero de 2020 Por: Gonzalo Gallo

Siempre, desde que me hablaron de ellos estudiando filosofía, he sentido empatía con los estoicos.

En especial con sabios de la talla de Séneca, Marco Aurelio y Epicteto.
Seres tan centrados, controlados y ecuánimes.

Ellos tenían muy claro que sólo con consciencia, amor y coherencia, se vive en paz y se alcanza la esquiva felicidad.

Sabían que para un ser inteligente y espiritual no todo exceso está permitido y que es sensato lograr armonía y equilibrio.

El estoicismo influyó desde el Siglo III a.C , hasta el II. d.C. con sus valiosas lecciones sobre el autoconocimiento y el autocontrol.

O sea, sobre lo que hoy se llama Inteligencia Emocional: dominarse a través del autocontrol ejercitado por la razón.

Lograr, la impasibilidad o apátheia y la imperturbabilidad o ataraxia con la comprensión de que no hay bien ni mal en sí.

Todo lo que ocurre es perfecto en un plan evolutivo de amor y consciencia. Solo el ignorante pelea con la realidad y se deja arrastrar por las pasiones.

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