Y Dios ¿qué dijo?
Nada, nunca lo he oído, podría ser una respuesta. Si no existe...
Nada, nunca lo he oído, podría ser una respuesta. Si no existe entonces ¡qué va a decir!. Si se olvidó que vivíamos, no ve todo el mal que hay, podrían ser otras argumentaciones para explicar por qué sentimos que Dios nunca habla. Claro, cada quien tiene derecho a su propia explicación de lo qué es el mundo, de lo que significa vivir, para qué nacemos, cuál es el sentido del mal (!), por qué no logramos explicarnos todo lo que sucede, por qué se dan casos como los del piloto alemán, en fin, miles de inquietudes que se anidan en nuestro interior y que tratamos de desechar para no angustiarnos. Pero, allí están, son imposibles de desconocer y más en épocas de descanso o de relax, cuando la desocupación nos aturde con sus inquietudes. Mientras se trabaja, mientras se está en la rutina, el automático colabora para no tomar conciencia, para no caer en la cuenta. Pero, el silencio y la vagancia nos enfrentan con nosotros mismos. Y llega la avalancha. ¡Y el accidente!¿Dónde está Dios? Con seguridad que no sólo en una Iglesia. Y si nos atenemos al verdadero sentido de la trascendencia no está en ninguna parte porque está en el interior de cada uno. Aún más, Dios es cada uno de nosotros. Somos Dios es una expresión que escandaliza a muchos porque puede sonar a prepotencia. Y sé que me podría responder entonces Dios-Andre-piloto es malo porque mató a 150 personas, Dios hace daño y es malo, permite el crimen, el mal, la violencia, la injusticia.Al igual que lo que sucede en un colegio donde un niño de kínder no puede entender logaritmos en ese momento de su aprendizaje, los seres humanos tenemos diferentes niveles de conciencia y de acuerdo a ello entendemos y sentimos lo que es Dios. Para no entrar en disquisiciones y complicaciones, Dios puede hablar de diversas maneras y es importante, cualquiera que sea su nivel de conciencia, aprender de qué manera lo puedo oír, claro si cree que Él existe. Estos días de desconexión pueden ser propicios para escucharlo. Y definitivamente el silencio, la tranquilidad, son los espacios más factibles para hacerlo. Aun cuando Él habla de diversas maneras. Una canción, un titular de un periódico, un mensaje en el celular o la vocecita interior, aquello interno que habla, que sentimos que dice lo correcto, lo que corresponde, cuando estamos en silencio. Y ¡quién lo creyera! la manera en que sucedió el accidente del avión es una forma en la que Dios pudo hablar. Revisar lo trascendente desde nuestra concepción material, concreta y racional, es una manera de conectarse con lo espiritual, que en definitiva es el mundo de Dios. La muerte, que no es una desgracia, no la podemos derrotar. Y a través de ella nos encontramos con lo finito de la existencia. Hay quienes dicen que en el mundo moderno, cuatro acontecimientos universales nos han llevado a revisarnos como raza humana y a intentar corregir el rumbo del universo. Cuatro maneras en que Dios habló. Las torres gemelas, la muerte de Lady Di, el tsunami de Tailandia, el accidente de los mineros de Chile y ahora, estoy segura, este quinto acontecimiento del piloto alemán, donde pareciera que el mundo entero resonara en la misma onda. O de dolor, de preocupación, de impacto, de finitud. Porque la sensación de impotencia, de desconcierto, pareciera que cobijara a los seres de todas partes, cualquiera que sea su nacionalidad, color de piel o creencias. La enfermedad mental haciendo de las suyas. Es la sensación más grande de finitud ante la que se estrellan todos los sistemas y tecnologías. En la condición humana siempre habrá fallas y accidentes y errores y fracasos e injusticias. ¡Es así como aprendemos! Pero en vísperas de una semana de reflexión o tranquilidad, el lenguaje de Dios resuena por todos lados. ¿Cómo lo interpreto?