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¿Quién nos hace felices?

Pareciera como si ‘alguien’ tuviera esa responsabilidad. En esta cultura de la...

10 de abril de 2012 Por: Gloria H.

Pareciera como si ‘alguien’ tuviera esa responsabilidad. En esta cultura de la dependencia estamos esperando que alguno se haga cargo de ese asunto, es decir, de hacernos felices. Alguien debe tener la misión de darnos lo que no tenemos o lo que nos falta. Empezando por papá y mamá, continuando con los hermanos, la familia, el entorno. Claro, incluidos el Estado, la escuela, la pareja, los amigos, el jefe, el dinero, la universidad, alguien o algo tienen la obligación de ‘salvarnos’ y darnos lo que no podemos conseguir por nosotros mismos. A lo largo de toda nuestra vida, esa es la demanda más repetitiva, más injusta y más utópica de cuantas podemos hacer. ¿Quién me va a hacer feliz? ¿Quién se hace cargo de mi felicidad?Están los lazos familiares y allí sí, la exigencia es despiadada. Es un reclamo casi que ‘con pistola’. A nombre del amor y del apego, es obligatorio encargarse de la felicidad de los que nos rodean. Padres a hijos e hijos a padres. De padres a hijos, los hijos ‘frustran’ a los padres porque no son lo que ellos hubieran querido que fueran. Desde que nacemos los defraudamos: ¡No somos lo que ellos hubieran querido! Pero no lo somos porque no queramos sino porque no se puede. Humanamente ¡es imposible! Vivir para hacer felices a los padres es la infelicidad de los hijos. Es quedar atrapados en el deseo de otros y no construir la propia vida. Cuan necesaria es entonces la frustración. En casos de vivir ‘para hacer felices a los padres’ no hay libertad de elección. La trampa es mortal. Otra modalidad de deseo de hacer felices a los padres, está en la ansiedad que le produce a un hijo la infelicidad de sus progenitores en los hechos cotidianos: relaciones de pareja, negocios, trabajo, inmadurez. Pero un hijo no puede cargar con ese bulto. Ni vivir para ellos ni hacerlos felices. Como también sucede al revés. Los padres no pueden responsabilizarse de la felicidad de los hijos. Cuando son pequeños papá y mamá, de ser posible, deben cuidar y amarlos lo que puede ‘facilitar’ el camino de la felicidad. Pero no es una garantía, sólo es el primer paso del sendero. Los hijos, en la medida que crecen, deben apersonarse de su propia vida y por lo tanto de su propia felicidad. Los hijos no son clones de papá y mamá, con el agravante de que están en ‘otro tiempo’ y deben por lo tanto honrarlos construyendo una vida equilibrada y no cargándolos. Pero esa es la queja continua. ¿Quién se hace cargo de nuestra felicidad? ¿Quién diablos tiene como objetivo darme lo que no tengo? En términos psicológicos se dice que si ‘todavía’ espero que alguien me haga feliz, significa que ‘todavía’ no he crecido. Cual niño de brazos alguien debe ‘asumir’ el desarrollo de mi propia vida. Otro u otra son responsables de lo que me suceda, de mi presente, de mi futuro. En más de una ocasión, se reemplazan los padres con la pareja y es ahora ésta, la encargada de proveer la esquiva felicidad que no he podido conseguir por mí mismo, como individuo autónomo. ¿Dónde está entonces la felicidad? Bert Hellinger dijo que lo que más se opone a la felicidad es lo que uno ‘cree’ que es felicidad. Este concepto como tantos otros no se define fácilmente. Lo importante sí es precisar que cualquiera que sea su definición la felicidad es un asunto personal que debo tratar de resolver por mí mismo. “Nunca fui feliz a su lado” o “no tuve lo que esperaba” son frases demandantes que responsabilizan a los demás de nuestra propia tarea. ¿Cuándo entonces, voy a crecer?

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