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¿Qué nos deprime?

En el lenguaje más simple y elemental, una depresión es hija de...

19 de agosto de 2014 Por: Gloria H.

En el lenguaje más simple y elemental, una depresión es hija de una frustración, es el resultado de algo que se esperaba y no se logró. De una ilusión que se convirtió en desilusión. De un anhelo frustrado. De un duelo congelado, no hablado, no resuelto. Una depresión viene cuando los sueños no coinciden con la realidad. Cuando el hastío se apodera porque no conseguimos lo que creíamos llegaría a nuestra vida. En cualquier nivel, en cualquier aspecto, en cualquier circunstancia. Por eso ‘la madre’ de la frustración es la cultura, aquel ambiente en que vivimos y que exige, coloca parámetros de inteligencia, belleza, éxito, felicidad, propios de propaganda televisiva pero que distan muchísimo de ser reales. Entonces no somos como creímos ser, la vida no resultó como esperaba, como la soñamos.Las depresiones se “viven en el alma”, dentro del cuerpo pero no todas tienen causas físicas. Una inmensa mayoría apuntan a situaciones del medio que disparan la tristeza o la melancolía o el aburrimiento. Además, hay que recordar que en el mundo emocional “no hay tiempo” y de pronto una circunstancia actual casi inocua, ‘conecta’ con algo no resuelto en el pasado y entonces se presentan la crisis. Aparentemente sin una causa ‘nmediata’ pero allí estaba solapada, ‘en remojo’ a la espera de sacar la cabeza por el guardado reprimido. Las depresiones entonces merecen un trabajo de investigación que puede remontarse a los ancestros donde una situación familiar heredada y no resuelta, produce el desastre. ¿Heredamos depresiones? Sí y no solo por el ADN sino también por los duelos congelados, las disputas familiares no resueltas y transmitidas de generación en generación, las preferencias familiares, los odios y envidias entre hermanos… en fin, ¡el listado es grande!La depresión es la resultante de cómo un ser humano enfrenta la vida. Quien logra manejar lo cotidiano sin llegar a ideales exagerados de perfección es posible que pueda superar los normales inconvenientes. Pero es en el hogar donde se cocinan los primeros brotes de una depresión que tiene tanto pero tanto que ver con lo que se espera de una persona. Defraudar a los padres, no cumplir sus expectativas, nacer hombre y deseaban mujer o viceversa, nacer mujer y esperaban varoncito, no estudiar la profesión anhelada por los padres, todo va ‘marcando el camino’ y personalidades frágiles ‘se revientan’ con la presión. La depresión termina siendo rabia guardada (contra algo o alguien, hasta contra la “desastrosa vida que llevo”) que como no se expresó, no se exteriorizó, la devuelvo contra mi mismo. Rabia porque no me resultaron las cosas. Rabia porque no eras como yo esperaba. Rabia porque la vida es injusta conmigo. Rabia porque al ‘malo’ le va bien y a mí que soy bueno, no. Rabia y frustración forman el coctel perfecto para darle vida libre a la depresión.Quien lo creyera, de lo que mas frustración produce y la cultura se ufana de pregonar, son las metas. “Póngase metas”, “construya ideales”, “sueñe”, “haga planes”, prepare la cartelera del éxito, visualice su futuro. Sí, hay muchas personas a las que las motivan las metas y logran llegar a ellas. Pero muchas otras no las alcanzan y el golpe es contundente: “no valgo, no sirvo, soy un desastre”. Porque los seres humanos somos diferentes y pretender que una fórmula de comportamiento o actitud le sirva por igual a todos, es una utopía. El manejo de la diferencia, el respeto por la diversidad, son de los elementos mas sanos con los que podríamos, colectivamente, ayudar a enfrentar la depresión. Enfermedad del Siglo XXI, de la forma cómo hemos concebido la vida. Y la felicidad. Y el éxito. Y dadas las circunstancias cada vez habrá más depresivos.

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