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Andrés Felipe Arias, victimista

Sí, tiene derecho a cambiar. Tiene derecho a ser mejor ser humano. Tiene derecho a arrepentirse.

2 de octubre de 2017 Por: Gloria H.

Sí, tiene derecho a cambiar. Tiene derecho a ser mejor ser humano. Tiene derecho a arrepentirse. Tiene derecho a su dolor y a que su familia esté “destruida”. Las palabras de su padre son totalmente lógicas por la situación que viven. “Mi hijo no ha hecho nada malo”. Para un padre o una madre es difícil aceptar las ‘faltas’ de sus hijos. Su esposa y sus hijos también tienen derecho a la dimensión de su tristeza. A expresarla, a gritarla, a suplicar. Tienen derecho a no aceptar que un juez norteamericano lo haya condenado. Como lo condenaron también en Colombia. Es un dolor sincero, profundo, pero…

Víctima y victimismo no son lo mismo. La víctima es una persona que ha sufrido una agresión, que ha vivido situaciones complejas, propiciadas desde el mundo externo sin ‘colaboración’ del doliente. La agresión es inesperada y por momentos sorpresiva. Su dolor puede ser infinito y desgarrador. El victimismo, por el contrario, es la actitud de un individuo que asume el rol de ‘pobrecito’, que necesita que lo vean sufriendo para generar sentimientos de conmiseración y de esa manera lograr su objetivo. ¿Cuál? Manipular y confundir al medio que lo rodea. La acción victimista es de adentro hacia afuera, un papel estudiado y calculado, donde lo importante es responsabilizar o culpar a los otros del aparente dolor o humillación.

Andrés Felipe Arias es un hombre de ‘dos tiempos’. Aún que se refugia en el victimismo como mecanismo de presión, puede estar arrepentido, “no lo vuelvo a hacer”, “me equivoqué”, mientras que Colombia aún no olvida ni pasa la página. Aquí recordamos su enorme prepotencia, su soberbia cuando en actitudes desafiantes, no le importaba medir las consecuencias de sus actos. ‘Hijo’ de Uribe era intocable, lo iba a suceder, iba a continuar con igual política, con igual actitud, con igual arrogancia. Porque si algo tengo presente del señor Arias es precisamente eso, su arrogancia, su displicencia. Su desfachatez para no medir la gravedad de su acción. Argumentar que no se robó un peso, no significa que su actuar fuera correcto. Además, suma una falta gravísima: volarse de la Justicia. Quien le recomendó que se volará le complicó el asunto. No sé qué tanta culpa anida Uribe, quien fue hasta allá a acompañar a su pupilo preferido. “Se voló”, al igual que se vuela ahora el senador Musa Besaile y si hoy esto es un hecho delictivo, también en su momento lo fue (y lo es) la acción de Arias. No midió consecuencias. La prepotencia obnubila asumiendo que podría estar por encima de la Justicia. Creyó que no tendría repercusiones, que podría explicar… Arias y su familia olvidan la gravedad de su actuar y el victimismo de él y los suyos en este tiempo no borran su comportamiento en el ‘otro tiempo’. Creo que esta actitud fue una de las que mas impactó a la Justicia norteamericana y por ello, lo mandaron a la cárcel, para que “no se vuelva a volar”. ¿Justicia amañada?

Ni él ni su familia creyeron que fallarían en contra. Por eso el victimismo en que se escudan no convence. En ‘otro tiempo’ las triquiñuelas de la política ‘justificaban’ esas actuaciones. “Te ayudo y financias mi campaña”. Arias aprende junto a los suyos, que este país quiere otra clase política. Solamente le queda asumirlo para que en Colombia no se vuelva a repetir.

Sigue en Twitter @revolturas

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