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En una brillante y muy aplaudida conferencia en la Universidad Técnica de...

3 de junio de 2013 Por: Germán Patiño

En una brillante y muy aplaudida conferencia en la Universidad Técnica de Berlín, el Presidente ecuatoriano Rafael Correa volvió a plantear su conocida posición crítica frente a la libertad de expresión.Palabras más, palabras menos, se enuncia de la siguiente manera: “Existe una contradicción entre la propiedad privada de los medios de comunicación y la función social, que es pública, de comunicar”. Puso el ejemplo de los periódicos que pertenecen a los bancos y que, por lo tanto, nunca advirtieron a los ciudadanos sobre la crisis financiera que se venía en Europa y Estados Unidos.Así expresada, la postura crítica de Correa es razonable, y todos sabemos que es un asunto de común ocurrencia en los medios. Acaba de suceder en Colombia, cuando el periódico El Tiempo, de acuerdo con investigación del portal La Silla Vacía, “justo el día después de que la acción preferencial del Grupo Aval alcanzara su mayor precio histórico, … publicó una nota en la primera página sobre esa acción, titulada ‘Acción del Grupo Aval, al alza en la bolsa’”. Lo llamativo es que en ninguna parte se advirtió que El Tiempo y Aval son del mismo dueño, Luis Carlos Sarmiento Angulo”.El periódico no acostumbra hacer eso con otras acciones cuando han ocupado el primer lugar, ni tampoco aclara que, aunque subiera, esa acción del Grupo Aval no es la de mayor rentabilidad. El mismo portal agrega que “entre algunos círculos financieros ha causado molestia el cubrimiento del medio de Sarmiento a la acción de su grupo económico y algunos incluso piensan que raya en problemas regulatorios”.No sé si lo relacionado con los ‘problemas regulatorios’ sea una realidad, pero soy consciente de que lo sucedido con El Tiempo ejemplifica bien la ‘contradicción’ de la que habla Rafael Correa. Le otorga la razón, pues la refrenda con un hecho. No singular, pues ejemplos como éste ha de haber múltiples, tanto en Colombia como en el mundo. Pese a ello pienso que la prevalencia del interés privado sobre la función pública de la comunicación, aunque sea censurable no constituye un delito, sino más bien una torpeza. Los propietarios y los directores de los medios que hacen prevalecer el interés particular a la hora de informar u opinar se olvidan de un asunto clave: los ciudadanos no son tontos, y pronto descubren los sesgos de un medio de comunicación que desinforma o malinforma. Toman entonces la decisión más sencilla y radical, dejan de comprar ese periódico, o de escuchar esa emisora radial o de ver ese Canal de televisión.En mi caso es claro: hace años que no compro El Tiempo, ni veo a la televisión comercial colombiana –Caracol y RCN-.En realidad no es el Estado, como lo quiere Rafael Correa, el que debe regular a los medios de comunicación, o sancionarlos cuando permiten que los intereses privados de los propietarios prevalezcan sobre el interés público, sino los propios ciudadanos, que tienen la inteligencia suficiente como para darle la espalda a los medios sesgados.Claro, un opinador no puede llamar ‘asesino’ a otro individuo, sin pruebas válidas a la mano. Pero en ese caso es mejor llevarlas a un juzgado que exponerlas en una columna de opinión. Es, además, un deber.Este es un tema al que vale la pena gastarle tiempo.