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Maltrato y violencia

La golpiza que le propinó a su acompañante a la salida de...

15 de agosto de 2011 Por: Germán Patiño

La golpiza que le propinó a su acompañante a la salida de un bar en Bogotá ha puesto al director técnico de la selección Colombia en el ojo del huracán.Lo que está bien, en un país en el que el maltrato a la mujer es pan de cada día, en todos los sectores sociales. Y estaría mejor si los hechos que tienen en la picota a un señor que apodan ‘el bolillo’, fueran tomados como un detonante para propiciar un cambio sustancial en las relaciones entre hombres y mujeres en la sociedad colombiana. Pero no, aquí todo se banaliza, y hasta una senadora ha salido a justificar el atropello aduciendo que “las mujeres somos muy necias”.El trasfondo del asunto tiene que ver con el hecho de que el nuestro es un país en guerra. Y, como es bien sabido, en medio de estas circunstancias los que más sufren son los seres más indefensos. Las sociedades que se acostumbran a presenciar el macabro espectáculo de los cuerpos humanos destrozados por la metralla, se insensibilizan ante el hecho de una mujer golpeada, o violada.Peor en Colombia, donde los ejércitos de los narcos nos acostumbraron al horror de cuerpos desmembrados por motosierras, y la guerrilla a los individuos despedazados por cilindros bomba. En medio de tan dantesco drama, ¿qué tanto es una mujer con los ojos morados, o los dientes rotos, o su cuerpo violentado sexualmente?Es poca cosa, se dirá, y en efecto se dice. Como lo hizo un directivo del fútbol al señalar que “se trató de un error, por el que ya se pidió disculpas”. O la inefable senadora que avergüenza a las mujeres antioqueñas, que pide “no crucificar al Bolillo” por una acto que ni siquiera ha sido denunciado por la ofendida.Cuando en realidad se trata del mal supremo. Nos lo dijo Pascal: la mujer es el único ser que encuentra felicidad brindando felicidad a otros. Nos da la vida. Nos brinda cariño en la infancia. Placer en la juventud. Coraje en la madurez. Y consuelo en la senectud. Es impío maltratar a la mujer, es como maltratar a Dios (Pascal era así, mezclaba lo humano y lo divino sin inmutarse).Pero es verdad. Tal vez no hay un signo más evidente del desajuste moral, o de pérdida de los valores éticos, que en el hecho de maltratar a una mujer. En el individuo es el primer síntoma de degradación personal. En la sociedad, el símbolo más evidente de la descomposición social.Pareciéramos olvidar, también, que todo esto se incubó en las épocas en que Pablo Escobar se enseñoreaba sobre la sociedad antioqueña. El técnico maltratador perteneció al grupo de empleados del capo en Atlético Nacional, junto a otros que incluso puso a jugar el papel de sicarios. Como también los hubo en Millonarios, América y otros equipos, como todo el país lo sabe.Y la conjunción de narcotráfico y violencia no sólo es evidente en nuestra sociedad, sino que es particularmente oprobiosa en lo que respecta al maltrato a la mujer. Para Escobar y los suyos, ellas son objetos que se compran y se venden, artefactos para usar y desechar cuando se quiera, marionetas para demostrar la ‘hombría’ del macho.Es un buen momento para decirles a estos sujetos que aquella cobardía no será tolerada, aprovechando el caso del Bolillo para enviarle un mensaje alto y claro a los maltratadores de mujeres.