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Como decenas de miles de colombianos más, estuve frete al televisor siguiendo...

8 de agosto de 2011 Por: Germán Patiño

Como decenas de miles de colombianos más, estuve frete al televisor siguiendo el espectáculo inaugural del Mundial sub 20 de fútbol. Y como ellos, también sufrí una gran decepción.Como no estuve en el estadio de Barranquilla, no puedo decir nada sobre la producción en escena que, según su directora, “fue sobresaliente”. Pero aquello no se reflejó en la transmisión audiovisual.Mal sonido, iluminación deficiente, coreografías pobres, bailarines no profesionales, débil representación de las diferentes regiones colombianas, música pobre. Se dirá que aquello, que parece ser una crítica generalizada en todo el país si nos atenemos a los comentarios de los lectores en los diferentes medios de comunicación, debe atribuírsele a la cadena de televisión que transmitió la inauguración del mundial.No lo creo así. Y recuerdo a China con su impecable ceremonia de inauguración de los pasados juegos olímpicos. Desde luego sé que se trata de otra categoría de evento, que los presupuestos chinos y colombianos no son equiparables, pero también sé que a nivel de la planeación y ejecución de un evento de este tipo, si valen las comparaciones y debemos aprender de ellas.Lo primero que falló fue lo más importante: el concepto y objetivo del evento. El espectáculo, ¿iba dirigido a los asistentes al estadio o a la millonaria audiencia de televisión? De esa definición dependía todo. Tanto el tipo de actividades que se desarrollarían como las personas que las tendrían a cargo. En eso los chinos fueron claros: entendieron que eran más importantes los 1000 millones de telespectadores en el mundo, que los asistentes al estadio de Beijing.De allí que nombraran a un laureado director de cine como responsable del espectáculo inaugural, y no a un director de teatro o a un coreógrafo. Desde luego, de esa visión se desprendía todo: los equipos humanos de producción, los artistas participantes, los coordinadores de áreas, los sonidistas y luminotécnicos, los técnicos en efectos especiales, etc., etc..Aquí todo funcionó mal. Tanto que ni el Presidente pudo pronunciar su discurso inaugural, lo que ya es un extremo de chambonada. ¿Y qué hacían allí Juan Piña y el Checo Acosta, o la propia coreógrafa, desgreñada, mal vestida –desde el punto de vista artístico- y moviéndose a un son que no era el de la música del evento? Manes de la chicanería: la señora se cree Alfred Hitchcock.Pero también, claro está, tuvo que ver la cadena a cargo de la producción de televisión. Es evidente que no ensayaron con artistas, sonido y luces la noche anterior del evento. Y que no pusieron al frente de la transmisión a un buen director de cámaras, capaz de mejorar incluso lo que escénicamente está deficiente.Hicieron las cosas como lo acostumbra la televisión privada colombiana: de forma improvisada, con el mínimo gasto y de manera frívola.Perdimos una gran oportunidad, pues me imagino que televidentes de otros países debieron cambiar de canal ante tanto estropicio. Yo no lo hice porque quería saber hasta dónde se puede hacer mal algo que es fácil de hacer bien –hay suficiente experiencia en el mundo y en la propia Colombia-, lo que se confirmó con el lamentable espectáculo de pólvora al final. ¡Vergonzoso¡