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Nos hemos acostumbrado tanto a que todo lo que es ‘viejo’ se...

30 de agosto de 2010 Por: Germán Patiño

Nos hemos acostumbrado tanto a que todo lo que es ‘viejo’ se derrumbe, para dar paso a construcciones supuestamente ‘nuevas’, que resulta extraordinario presenciar un esfuerzo de conservación como el de Comfandi con el edificio Aristi.Éste es una bella edificación estilo art decò que milagrosamente ha sobrevivido en el pleno centro de la ciudad. Desde luego el milagro se le debe a la familia Aristizábal, propietaria del bien que, pese a todos los contratiempos económicos, se resistió a demoler el hotel construido en 1951 y que fue epicentro de la vida social, artística e intelectual de la ciudad durante varias décadas.Gracias a este apego a un edifico emblemático, todavía está allí, recordando épocas idas y generando sentimientos de nostalgia. Su silueta de vieja dama aristocrática, aún elegante y de buen ver, nos atrae sin proponérselo, como sucede, por ejemplo, con la vieja estación de Buenaventura, al frente del Hotel Estación, que también es una joya conservada. Ojalá el proyecto que se está desarrollando nos la devuelva en todo su esplendor.Pero mejor aún, también gracias a Comfandi, y en especial a su director, Armando Garrido, quien entiende de estas cosas, será posible mantener entre nosotros al bello edificio del Aristi, dándole un uso noble y permitiendo que emane sus encantos para beneficio de todos. Pues Comfandi ha hecho un acuerdo con la familia propietaria, encargándose de mantener el edificio a cambio de que en sus tres primeros pisos se puede prestar servicios a los usuarios de la Caja, lo mismo que entregar oficinas para que allí operen fundaciones del área cultural que muchas veces peregrinan como judíos errantes por toda la ciudad.Todo un ejemplo de solidaridad y atención a lo que es fundamental. Gran generosidad de la familia propietaria, que cede su bien para que lo usen otros, sin que haya de por medio intercambios económicos. Un ejemplo para muchos propietarios de inmuebles patrimoniales en Cali, que prefieren verlos caerse o, peor aún, que los abandonan para que se caigan y dejar liberado el terreno para hacer algún negocio, antes que prestarse para algún acuerdo positivo con el Estado o con entidades como Comfandi, de tal manera que la sociedad no pierda su patrimonio cultural y la ciudadanía pueda ejercer el derecho a disfrutarlo.Pero también un ejemplo de Comfandi que demuestra que estas entidades pueden ocuparse del derecho fundamental al disfrute de la cultura y no sólo están orientadas por una especie de espíritu ‘fenicio’, para usar la expresión antigua con la que se denominaba a quienes sólo hacen aquellas cosas en las que ven un beneficio comercial.A este aporte, en la misma semana, Comfandi agregó otro fundamental: la entrega del colegio de Potrero Grande, en alianza con la Alcaldía y la Nación, con un cupo para más de 1.400 niños y jóvenes, sin olvidar el espacio para la educación inicial o preescolar, que es el nivel educativo más importante y en el que tenemos mayores carencias. Bien por esta Caja de Compensación que es orgullo vallecaucano.Y bien por su director, Armando Garrido, que está demostrando por qué es una de las grandes reservas éticas e intelectuales de nuestra región.