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2015: ¿el año de la paz?

Aunque la firma de un acuerdo entre el gobierno y las Farc...

5 de enero de 2015 Por: Germán Patiño

Aunque la firma de un acuerdo entre el gobierno y las Farc para acallar las armas, las violaciones al Derecho Internacional Humanitario y reintegrar a las huestes guerrilleras a la vida civil de la nación no sea la paz, sí se trata del paso más importante para lograrla y, o será este año, o ya no será.Hablamos de una paz a medias, o en vilo, pues el cumplimiento de los acuerdos logrados en la mesa de negociaciones de La Habana determinará si se abren caminos a la reconciliación, o si todo el proceso de deshace y se vuelve a una confrontación aún más feroz. Desde esta perspectiva 2015, para los colombianos, puede resultar un año decisivo, en uno u otro sentido.Me ha parecido, desde el principio, que hay una fuerza política en el país, llamémosla el uribismo, pues Centro Democrático es un nombre de propaganda, que le ha apostado al fracaso del proceso y que se alista para arreciar el combate en campos y montañas de Colombia. Hasta tal punto que su máximo vocero hoy no le admite al gobierno que trate el tema de la paz con las mismas palabras que su máximo vocero utilizaba para referirse al proceso de paz con las autodefensas y bandas criminales que terminaron suscribiendo un acuerdo con el gobierno de Alvaro Uribe.“Hoy no hay guerrillero que no esté en la droga, no hay paramilitar que no esté en la droga. La ley (justicia y paz), para facilitar esto, lo que se ha propuesto, lo que está a discusión del Congreso, ha dicho –y es muy difícil, muy difícil-: Los beneficiarios de esta ley no podrán ser grupos cuya actividad principal sea el narcotráfico. Ahora, eso no es lo más ortodoxo, pero es lo necesario frente al proceso histórico colombiano…”. Así defendía Uribe su proceso con los paramilitares, con el buen cuidado para dejar la posibilidad de que grupos de narcotraficantes también cupieran en el acuerdo. Como se sabe, cerca de un centenar de parlamentarios terminaron pagando los platos rotos de ese proceso, que no fue ejemplar. Su negociador principal, Luis Carlos Restrepo, todavía huye de la justicia.Uribe, como Presidente y conocedor del fenómeno del paramilitarismo, sabía que no estaba tratando con hermanas de la caridad, pero le parecía importante acabar con el desangre, tanto para el Estado como para los ciudadanos, que implica la violenta confrontación en que estaba Colombia. Entonces se dispuso a hacer concesiones aún mayores, para facilitar el reintegro de los grupos paramilitares a la vida civil. Y así se hizo, hasta llevar a los jefes paramilitares, como si se tratara de prohombres, a disertar en el Congreso sobre las bondades de su ‘proceso de paz’. Que no terminó bien, pese a múltiples concesiones de parte del gobierno.Ahora las cosas, aunque parezcan distintas, son similares. ¿Hasta dónde se puede llegar, en el camino de las concesiones, para lograr la desmovilización y desarme de las Farc? Es la gran pregunta, que divide al país.¿Podremos llegar hasta el punto en que llegó Uribe con los paramilitares? ¿Vale la pena intentarlo, si aquello no terminó bien? ¿O nos ponemos de acuerdo con los uribistas recalcitrantes que parecen prepararse para una guerra aún más feroz?Comienzo el año con dudas, pues no tengo respuestas claras a estos interrogantes que, creo, nos acompañarán durante todo el año.