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Una larga noche

Un país descuadernado, sin brújula, empobrecido, paramilitarizado, al borde de que se decrete un estado de conmoción interior.

26 de mayo de 2021 Por: Gerardo Quintero

Aterrador todo lo que está pasando en el Valle del Cauca. Los últimos hechos que muestran la quema del Palacio de Justicia de Tuluá conducen a plantearse varias hipótesis. La primera sin duda es que en el departamento hay un plan sistemático para generar caos. Ya ocurrió en Cali, Jamundí, Palmira, Buga, Buenaventura y ahora Tuluá. Es un movimiento vandálico, sin control, con demasiadas preguntas. ¿Quién podría estar detrás de estos hechos? ¿A quién le interesa incendiar procesos judiciales como en Tuluá o fichas de catastro como en Jamundí? Demasiadas dudas van quedando y muy pocas respuestas.

Hay narcotraficantes, bandas criminales, disidencias de las Farc, ELN, políticos que estarían muy interesados en estos hechos tan concretos de caos y anarquía. Lo cierto es que no se ve la luz al final del túnel y cada vez las pérdidas económicas en Cali y el Valle se agudizan. Cierre de empresas, empleos destruidos, a este paso la región quedará en la miseria. Unas pérdidas de $1,2 billones en el sector comercial, más de $2 billones en afectaciones para el sector productivo y un sistema de transporte colapsado son solo una pequeña muestra del oscuro foso en el que nos encontramos.

La carestía en los precios de los alimentos por cuenta de los bloqueos, empresas que tienen que cerrar porque no consiguen materias primas. Y si a este escenario le sumamos la violencia en las vías, los jóvenes muertos, los policías atacados, las desapariciones denunciadas, los civiles armados y la exacerbación de ese espíritu paramilitar que subyace en las conciencias de mucha gente en la región estamos, entonces, frente a una peligrosa espiral de confrontación, muy similar a una preguerra civil.

La intolerancia se apoderó de los corazones y afecta incluso marchas pacíficas como la del silencio, que reunió a miles de personas, pero que termina empañada cuando un grupo de personas insulta a unos muchachos de derechos humanos y los acorralan casi para agredirlos, ¿qué está sucediendo? ¿Hasta dónde pretendemos escalar esto?
Al otro lado, ciudadanos que tienen que esquivar bloqueos, eludir jóvenes amenazantes con piedras que llaman ‘malditos burgueses’ a quien ose reclamarles por estos abusivos comportamientos. Es el reino del caos, el espíritu anárquico, una región de la furia, descontrolada, con unos gobernantes sobrepasados y con poca maniobrabilidad.

La última encuesta demuestra que estamos en el peor de los mundos porque ni el Alcalde ni la Gobernadora y menos el Presidente tienen la suficiente, cómo se llamaría, ¿validez? ¿confianza? ¿credibilidad? para adelantar reuniones o encarar diálogos que ofrezcan soluciones. Y aún es más difícil entablar negociaciones con 23 mesas o más que no tienen un liderazgo claro, con agendas propias. A eso se suma, además, un comité nacional del paro que tiene otra propuesta y que no representa a muchos de esos jóvenes que se denominan de la ‘primera línea’. Un país descuadernado, sin brújula, empobrecido, paramilitarizado, al borde de que se decrete un estado de conmoción interior. Todo parece indicar que tristemente nos acercamos a pasos agigantados hacia este riesgoso escenario.
Sigue en Twitter @Gerardoquinte

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