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Un país de odios

Si algo faltaba para demostrar la polarización en que se encuentra el...

18 de septiembre de 2014 Por: Gerardo Quintero

Si algo faltaba para demostrar la polarización en que se encuentra el país, el debate adelantado ayer en el Congreso por las presuntas relaciones del expresidente Uribe con el paramilitarismo despeja cualquier duda de ese fraccionamiento en que nos encontramos.Las acusaciones y los insultos de parte y parte llovieron sin cesar, lo que se convirtió en una verdadera sacada de ‘trapitos sucios’ como pocas veces se había visto en el Congreso.Lo que le queda claro a cualquier ciudadano que haya visto unos minutos el debate o haya leído algunas declaraciones es que este país da asco. Qué vergüenza decirlo así, pero qué bajeza de país. Sus propios líderes, de distinto pelambre político, dejan tantas dudas sobre su proceder que uno mira hacia adelante y solo puede sentarse a llorar sobre la Colombia que se viene.Resulta paradójico que este Congreso se haya vendido como el de la paz, cuando los honorables senadores en sus confrontaciones se trenzan en unas acusaciones en las que la línea divisoria entre la verdad y las acusaciones temerarias se diluye en medio de sus propias megalomanías.Que un debate como este haya suscitado la atención de todo el país y que las redes sociales se hayan inundado de los peores improperios que recuerde, habla muy mal de esta Colombia en construcción.Lo que simplemente demostró este debate es que esta Nación está llena de odio, de mentiras, de muerte, de sangre. Eso es el triste país que nos correspondió. Aquí hablamos de paz y qué mentira en la que nos encontramos. El alma de Colombia es de venganza, de problemas irresueltos, de odios acumulados y heredados. El Congreso simplemente es un reflejo de eso. Es el microcosmos del alma corrompida de esta Nación. Paramilitares, guerrilleros, bandas criminales, pandillas , delincuencia común, esa la historia de este país. Que un debate sobre la educación o la salud no suscite ni la tercera parte del interés que generó este ‘agarrón’ entre parlamentarios, aunado a los improperios que llenaron las redes sociales, pues refleja de manera contundente lo enfermo que se encuentra este triste y oscuro país.Sí, un país triste, un país que no sale de cuidados intensivos. Un país que en la historia se revuelca en su propia sangre y en la que sus líderes, por acción u omisión, han contribuido a producir una y otra vez más violencia y más dolor.

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