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La caída de Merlano

La increíble fuga de la congresista Aída Merlano (más conocida ahora como Caída Merlano) es solo la confirmación de que todo lo impensable puede ocurrir en este país.

2 de octubre de 2019 Por: Gerardo Quintero

La increíble fuga de la congresista Aída Merlano (más conocida ahora como Caída Merlano) es solo la confirmación de que todo lo impensable puede ocurrir en este país. Y no es cuento, porque el que a una señora condenada a quince años de prisión le permitan ir a un consultorio odontológico, léase bien, para un tratamiento de diseño de sonrisa, solo puede suceder aquí. Pero si a esto le sumamos que a sus custodios del Inpec se les prohibió el ingreso al consultorio, en el que además estaban escondidos familiares de la convicta, entonces el surrealismo del episodio está completo.

Su fuga es una afrenta a la Justicia del país, un reconocimiento de su incapacidad para sancionar, una demostración de la podredumbre que rodea instituciones como el Inpec. Una comprobación de lo fácil que es torcer en Colombia jueces, magistrados, policías, guardas del Inpec. Obvio que lo indispensable es tener dinero, de lo contrario no se logrará nada. Es la corrupción a todos los niveles. Las leyes garantistas llevadas al extremo, pero cuando conviene. Al final, como lo resumió en un tuitazo el maestro Diego Martínez, “Aída Merlano dejó al Inpec con la boca abierta”.

Pero es que Merlano es un producto del sistema. Una mujer corrupta, que se aprovechó de sus vacíos. Al igual que muchos de los bandidos y petardos que van a volver al Concejo o a la Asamblea, a Merlano nunca se le escuchó la voz en el Congreso. Simplemente porque no existe, porque ella llegó a cumplir un mandado, a sacar plata, ‘a robar como Dios manda’, dirán algunos. Por eso no tengo dudas de que en su fuga participaron políticos de su región a los que les tembló la cola cuando ella amenazó con contar lo que sabía. Ese fue el mensaje clave para que hicieran ‘vaca’ y torcieran lo que hubiese que torcer. Así funciona este perverso sistema que tuvo hace tan solo unos días otro vergonzoso episodio con la fuga del mafioso de ‘Santrich’. No veía nada, según decía, pero apenas le abrieron una puerta corrió como loco y nadie se dio cuenta, qué raro no. Todos los colombianos teníamos la sospecha que el bandido se iba a fugar, pero a nadie de la gran ‘inteligencia’ colombiana se le ocurrió asignar un par de agentes para que siguieran a un delincuente que ya sabíamos que tenía fusil asignado.

La fuga de la congresista es una más de ese rosario de vergüenzas en que se han convertido el entramado carcelario y la Justicia. No habrá reforma que funcione porque el problema, de nuevo, es el sistema. La corrupción no permite que se arregle nada y mientras no haya sanciones efectivas y que de verdad los que transgreden la ley sientan su peso, no habrá ningún cambio.

Cuando ‘Caída Merlano’ se recupere del golpe en el coxis, haga los acuerdos respectivos con quienes la ayudaron a volarse y decida regresar a prisión, dirá que se fugó por temor, porque no tenía garantías por parte de la Justicia, soltará lagrimones, gritará que es inocente y que solo confía en la Justicia Divina. Fin del comunicado.

Sigue en Twitter @Gerardoquinte

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