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La amenaza brasileña

Detrás de su música, fútbol y aparente liberalidad hay un monstruo oculto, que odia a los pobres, detesta a las mujeres y evoca los años de represión de la dictadura.

3 de octubre de 2018 Por: Gerardo Quintero

“Yo a usted no la violaría porque no se lo merece”… “La dictadura debería haber matado a 30.000 personas más, comenzando por el Congreso y el presidente Cardoso”… “Sería incapaz de amar a un hijo homosexual, prefiero que muera en un accidente de tránsito”… “Un policía que no mata no es un policía”… “Fui a una reunión en Eldorado Paulista, el afrodescendiente más liviano pesaba siete arrobas. No hacen nada. Me parece que ya no sirven ni para procrear”…

Estas frases tienen un común denominador. Son verdaderas y fueron dichas por Jair Bolsonaro, el candidato que puede ganar las elecciones presidenciales el próximo domingo en Brasil. ¿Cómo es posible que una sociedad tan abierta y plural permita el surgimiento de un engendro político de estas características? Tal vez es porque justamente eso es lo que hoy no es Brasil. Detrás de su música, fútbol y aparente liberalidad hay un monstruo oculto, que odia a los pobres, detesta a las mujeres y evoca los años de represión de la dictadura. Eso es lo que representa Bolsonaro, el candidato de la ultraderecha que tiene en pánico a intelectuales, artistas, deportistas y empresarios que suscribieron un manifiesto para oponerse a su candidatura. Pero contra viento y marea este hombre, que fue atacado recientemente por un desequilibrado, se ha posicionado en las encuestas porque es la antítesis de Lula y el Partido de los Trabajadores.

¿Hasta dónde puede llegar el odio? ¿Dónde se establece el límite para apoyar cualquier causa que ataque lo que yo detesto? América Latina debería volcarse a observar el desenlace de estos comicios. Lo de Bolsonaro es una aberración. Su discurso no es una puesta en escena. Sus palabras se alimentan de rencor, nostalgia de dictadura, homofobia, racismo, misoginia. Hay un delirio en su expresión. Él se percibe como el hombre que salvará a Brasil de la dictadura del proletariado, traída por Marx y encarnada en Lula y sus amigos. Entre la clase media y los blancos hay gran resentimiento contra el expresidente. No solo porque abrió espacios antes imposibles para las capas sociales más bajas sino también porque a pesar de sus líos de corrupción que lo tienen en la cárcel, sigue siendo el político más influyente. Vaya paradoja, en el mismo país donde la ultraderecha gana un espacio inimaginable, su principal contradictor es un veterano líder en prisión, pero con el suficiente respaldo popular para nombrar un sucesor desconocido -Fernando Haddad- que es la carta para enfrentar al candidato de la ultraderecha.

Seguramente habrá una segunda vuelta, pero ya el germen de un extremista que ha dicho lo que muchos representantes de la élite pensaban pero no se atrevían a decir, se ha implantado en la sociedad y de seguro definirá lo que pase en el país hacia el futuro. La tragedia de Brasil es tener que escoger entre extremos. Pero este es el primer capítulo de un fenómeno que se extenderá al resto del continente como un virus. Trump ya lo demostró. Bolsonaro es su semilla en portugués. Muy pronto su clon aparecerá en Colombia. Prepárense.

Sigue en Twitter @Gerardoquinte

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