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El juego de Uribe

Un interesante pulso del país político será el que se libre en...

7 de febrero de 2013 Por: Gerardo Quintero

Un interesante pulso del país político será el que se libre en las elecciones de congreso del próximo año. Será el momento de confirmar si Colombia, por fin, después de tres años, se ha desuribizado o por, el contrario, seguimos transitando el camino del caudillo antioqueño.Es un hecho que para muchos ‘uribistas’ el estado ideal sería que el expresidente gobernara eternamente, hasta el final de sus días, porque en su sentir en Colombia no existe nadie más que pueda dirigir los destinos del país. Los mismos que critican las prácticas reeleccionistas de Chávez son los que aplaudirían una reforma a algún ‘articulito’ que permitiera el regreso del caudillo. Si aquello no se lograra, entonces la alternativa sería poner al frente alguno de sus escuderos, a través del cual Uribe gobierne en cuerpo ajeno, como pretendió de manera fallida con Juan Manuel Santos. Pero en la Colombia de hoy, el regreso de Uribe a la Casa de Nariño no se va a poder. Las expectativas del uribismo se centran, entonces, en conseguir un 30% de congresistas y desde allí ejercer una oposición aún mayor a la que se viene realizando contra el gobierno del presidente Santos. Sin embargo, a la luz de los candidatos todo se reduce a la participación o no del expresidente. Si Uribe es candidato, seguramente los aspirantes al Congreso por el Puro Centro Democrático alcanzarán a sumar varias curules, pero si no participa y no cobija con su sombra a estos aspirantes, se avizoran muy pocas probabilidades de triunfo legislativo.El juego de Uribe es clarísimo, lo hizo cuando fue candidato a la presidencia y, ahora, con mayor razón. Hasta el final, Uribe no dirá una palabra, con el propósito de mantener la expectativa y que el país se vuelque en la incertidumbre de saber si participa o no en las elecciones.Pero más allá de eso, lo que se juega el país es saber si entra en una nueva dinámica política, con líderes distintos o sigue aferrado al pasado, añorando al patriarca, al hombre que todo lo sabe y todo lo ve, a la figura mesiánica que considera que nada en este país funciona si él no está al mando.El tiempo de Uribe ya pasó, pero él no lo ha entendido así. Como buen patriarca antioqueño decimonónico, nada puede hacerse sin su bendición y quien ose a contradecirlo será vituperado por sus cruzados. Es hora de darle vuelta a la página, reconstruir un país sin odios heredados, las elecciones del Congreso mostrarán el camino que quieren seguir los colombianos.

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