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El Dagma, bien ido

Me sorprende el ‘desgarramiento de vestiduras’ que ha provocado el anuncio de...

8 de marzo de 2012 Por: Gerardo Quintero

Me sorprende el ‘desgarramiento de vestiduras’ que ha provocado el anuncio de que el Dagma se acabaría por cuenta de dos artículos de la reforma al Sistema Nacional Ambiental, que determina que solo las ciudades con más de 2,5 millones de habitantes tendrán autoridad ambiental urbana autónoma. Pero me pregunto, ¿qué es lo que están defendiendo? ¿El Dagma? ¿La misma entidad inoperante, ineficiente, anquilosada, ‘sin dientes’ y que ha sido la caja menor, una y otra vez, de honorables concejales de la ciudad?A mí no me vengan con cuentos ‘chinos’. El Dagma no ha servido para nada. ¿Alguien ha llamado al Dagma? Si le han contestado, dese por bien servido. Peor, ¿le han resuelto la queja? ¿Ha intentado llamar de noche, que es cuando más problemas de ruido se genera en la capital de la rumba? Pues ni lo intente, porque no le contestarán.Quienes defienden a la entidad sostienen que la ciudad se quedará sin autoridad ambiental y sin quién defina una política ambiental. ¿Pero es que alguna vez ha existido? Los ríos siguen igual de contaminados, el Pance cada vez más arrinconado, iniciativas de recuperación de afluentes como el Cañaveralejo no cuentan con ningún apoyo oficial, ni siquiera han podido cerrar la escombrera de La 50, así que no me hablen de política ambiental.Lo que ha sido el Dagma es un verdadero ‘rubí’ para sus explotadores. Ha sido una mina de oro, un tesoro feriado en épocas electoreras. O no se acuerdan cómo el entonces alcalde Apolinar Salcedo le entregó la ‘parcela’ del Dagma al concejal Orlando Chicango y al tiempo su recomendada Beatriz Eugenia Ramírez terminó sancionada por comprar predios en los Farallones, por $1.200 millones, que eran del mismo Municipio. Aquí lo importante, como dice el ambientalista Fernando Duque, no es quién ejerza la autoridad ambiental, si el Dagma o la CVC, es que de verdad alguien haga algo, porque los problemas del medio ambiente continúan y se agudizan. Aquí se talan árboles en diciembre y no pasa nada. Empresas arrojan sus desperdicios a los ríos, hay anuncios de derrumbes inminentes en el Ecoparque de las Banderas por la práctica ilegal de minería y no hay sanciones. Aquí el que quiere despierta a sus vecinos a la hora que le da la gana y no existe autoridad que ponga control. El centro está plagado de bafles que destrozan oídos y nadie ejerce autoridad. Entonces, que vaya a lamentar que se acabe el Dagma, pues no. Lo único lamentable es que los lineamientos ambientales quedarían en manos de la CVC, una entidad que parece un directorio político, preocupada más por la milimetría electoral que en solucionar los graves líos ambientales que enfrenta la ciudad y la región.

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