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Así no es

Ayer nuevamente los caleños nos sentimos amedrentados, temerosos, asediados.

28 de abril de 2021 Por: Vicky Perea García

El artero derrumbe de la estatua del fundador de Cali, Sebastián de Belalcázar, plantea varios análisis, que al final demuestran también cómo cada vez las expresiones de inconformidad se tornan y más violentas.
Lo primero es que el derribo de estatuas no se lo inventaron aquí. Una imagen icónica de la invasión de Estados Unidos a Iraq fue la caída de la estatua de Sadam Hussein. Años después, tras el asesinato de George Floyd a manos de la Policía, en varios estados los movimientos antirracistas iniciaron una campaña para atacar monumentos que simbolizaran esclavitud y colonialismo.

Estatuas del general confederado Robert Lee, en Virginia; Cristóbal Colón, en varias ciudades y del presidente Theodore Roosevelt, en Nueva York, fueron vandalizadas. Esta protesta también llegó a Europa donde monumentos al rey Leopoldo II, en Bruselas, que ordenó asesinar a miles en el Congo, fueron destruidos. También cayeron imágenes del traficante de esclavos Edward Colston, en Bristol, y de Indro Montanelli, padre del periodismo moderno italiano y expropagandista del colonialismo fascista. Estos actos se repitieron en Richmond, Boston, Amberes, Bristol y Barcelona. La ira popular tiró abajo imágenes de antiguos comerciantes negreros y propietarios de esclavos así como de conquistadores y colonizadores de América y de África. Una tendencia que se inclina por el revisionismo histórico y que provocó intensos debates académicos y periodísticos.

En Colombia comenzó en Popayán, cuando los indígenas Misak, al igual que ahora en Cali, derribaron la estatua de Belalcázar. El año pasado, luego de que el concejal Terry Hurtado planteara un debate acerca de la pertinencia de mantener en su actual lugar el monumento a Sebastián de Belalcázar, que acompaña a la ciudad desde 1937, realicé un trabajo periodístico sobre este revisionismo que comenzaba a aflorar. La columnista Gloria H. considera que no hay que temer a estos debates, pero no a través de la agresión o tumbando monumentos. Otros, como el analista político Luis Felipe Barrera, señalan que son un error estos actos y mucho más cuando tienen una naturaleza violenta.

Coincido con ambos. Lo que se debe hacer es abrir la discusión, pero no llegar a extremos vandálicos. Como caleño no puedo estar de acuerdo con esa acción violenta. Abrir un espacio de diálogo es necesario. Actuar de manera insensata y violenta, es el peor error. Eso de que lo que no nos gusta lo destruimos, es un pésimo mensaje. Una ciudad no se construye de esa manera.

Ayer nuevamente los caleños nos sentimos amedrentados, temerosos, asediados. Respeto a quienes marchan pacíficamente, pero la verdad es que muchos delincuentes están utilizando las movilizaciones como pretexto para incendiar la ciudad. Estamos cansados de sentir miedo cada vez que se anuncia una movilización. Los delincuentes no pueden tomarse un derecho constitucional de la sociedad y convertirlo en una oportunidad para vandalizar, destrozar y atemorizar una ciudad. ¡Paren ya!

Sigue en Twitter @Gerardoquinte

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