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Beatificación de Juan Pablo II

Una gran alegría ha producido el anuncio de la próxima beatificación, el...

11 de marzo de 2011 Por: Fray Luis Patiño

Una gran alegría ha producido el anuncio de la próxima beatificación, el 1 de mayo, del papa Karol Woityla. Se responde así al clamor de mucha gente que admira y venera a Juan Pablo II como un personaje trascendental en la reciente historia eclesiástica, y que fue proclamado “santo ya” por la multitud que participó en su funeral.“La voz del pueblo es la voz de Dios”. Es curioso constatar que todos los más recientes pontífices están en camino de ser declarados santos: Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II. Pareciera que la canonización se ha convertido como en el último escalón de la jerarquía eclesiástica: diácono, presbítero, obispo, arzobispo, cardenal, papa, beato y santo…Hay razones de sobra para que el actual Papa declare beato a Juan Pablo II: Ratzinger fue su más cercano auxiliar como defensor de la doctrina católica y conoció muy de cerca sus virtudes personales y su estilo peculiar en el gobierno de la Iglesia. Benedicto XVI ha heredado la postura típica de Woityla: combinar una actitud conservadora ad intra para frenar las ‘aventuras’ apoyadas en el Concilio Vaticano II y al mismo tiempo, una gran apertura social ad extra de la Iglesia. Con la próxima beatificación se legitima esa postura y se reafirma el actual estilo papal.Esta beatificación, por otra parte, va a servir para recuperar el prestigio de nuestra institución eclesiástica, tan golpeada por los recientes y numerosos escándalos de obispos y curas pederastas y por los manejos poco claros del Banco del Vaticano. Va a quedar bien claro que, en nuestra Iglesia, al lado de grandes criminales, hay también grandes santos y que no todo es negativo en la vida de los clérigos de hoy en día.Me parece evidente que el Vaticano está privilegiando un modelo de santidad representado de manera excelente por Escrivá de Balaguer, fundador del ‘Opus Dei’ (La obra de Dios) y por Teresa de Calcuta. Son santos que, con su espiritualidad e ideología, legitiman el estilo actual del gobierno en la Iglesia Católica. En cambio la causa de beatificación del arzobispo-mártir Óscar Arnulfo Romero de El Salvador, sufre una sospechosa lentitud, a pesar de que nuestro pueblo latinoamericano ya lo llama “San Romero de América”. Lo que pasa es que ese arzobispo se destacó por su compromiso con los derechos humanos y su permanente denuncia de las estructuras económicas, sociales y políticas contrarias al bienestar del pueblo pobre.Yo le ruego a Dios, por intercesión del beato Woityla, que nos ayude a ser santos luchando por el bienestar de nuestro pueblo, en igualdad de oportunidades para todas y todos.