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Visa para un sueño

La educación debe ser un instrumento de movilidad y de equidad social. Lo difícil es encontrar maneras efectivas de hacerlo y que no tome generaciones lograrlo. De ahí la trascendencia del programa de financiación de la educación superior Ser Pilo Paga que el Ministerio de Educación Nacional acogió e hizo suyo desde 2014 y que está llamado a ser punta de lanza de una revolución educativa sin precedentes en el país.

7 de mayo de 2017 Por: Francisco José Lloreda Mera

La educación debe ser un instrumento de movilidad y de equidad social. Lo difícil es encontrar maneras efectivas de hacerlo y que no tome generaciones lograrlo. De ahí la trascendencia del programa de financiación de la educación superior Ser Pilo Paga que el Ministerio de Educación Nacional acogió e hizo suyo desde 2014 y que está llamado a ser punta de lanza de una revolución educativa sin precedentes en el país.

El programa ofrece financiación total de la educación superior en Colombia a quienes cumplan tres requisitos: un excelente puntaje en los exámenes de Estado practicados a estudiantes de último año de colegio, ser de Sisben 1 o 2, y ser aceptado en una de las 46 universidades acreditadas como de excelencia. Es decir, les abre las puertas de las mejores universidades del país a muchos buenos estudiantes atrapados en la pobreza.

A la fecha 30.531 estudiantes están siendo financiados por el programa. De éstos, el 84,4% está estudiando en universidades privadas y 15,6% en universidades oficiales, con excelentes resultados: ha duplicado el acceso a educación superior de jóvenes de escasos recursos (36,6% a 68,9%) y quintuplicado el acceso de esta población (10,6% a 57,55%) a educación superior de alta calidad, independiente del costo de la misma.

Dicho de otra manera, Ser Pilo Paga está logrando que miles de jóvenes que crecieron en medio de la pobreza y que seguramente no tuvieron acceso a los mejores colegios y sin embargo lograron sacar muy altos puntajes en las pruebas de Estado, entren a las universidades de primer nivel, antes inalcanzables por costos -de las matrículas y/o de vivir en otra ciudad-, disputándose el cupo con estudiantes de estratos superiores.

Lo sucedido está transformando la educación superior en el país, por varias razones. La primera, está permitiendo que el factor económico no interfiera en la competencia por el acceso a las mejores universidades; la segunda, está cambiando el paradigma de lo que es la educación pública que no se supedita a la que ofrece directamente el Estado. La educación no es pública o privada en razón de la institución, sino, de a quien sirve.

El deber del Estado no es sostener universidades sino garantizarles a los colombianos, en razón al mérito, acceso a la mejor educación, oficial o privada. Y el incentivo para que las universidades sean de alta calidad es que sean los estudiantes quienes decidan donde ir y no tengan más limitante que la calidad de las instituciones. Es esta una de las grandes virtudes del programa: se financia a los estudiantes, no a las instituciones.

Ha causado roncha que la mayoría de estudiantes estén prefiriendo ir a universidades privadas (la del Norte en Barranquilla, Los Andes en Bogotá, o Icesi en Cali, para dar unos ejemplos). En vez de enfrascarse en discusiones insulsas deben preguntarse por qué sucede. Y recordar que de no ser por el programa la mayoría de esos beneficiarios no estarían estudiando ni en una institución oficial ni en una privada. Así de sencillo.

Ser Pilo Paga ha logrado que miles de jóvenes en medio de la pobreza sueñen con un mejor futuro y se animen a ser estudiosos y a terminar el colegio, porque la posibilidad de hacer una carrera universitaria en una de las mejores universidades del país ya no es una quimera; la barrera económica que secuestraba ese sueño ha sido removida. Es hora de convertir el programa en política de estado. Por un país más justo y equitativo.

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