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¿Un nuevo encierro?

En momento en que el país empieza lentamente a levantar cabeza tras el duro impacto económico y social de la pandemia, la posibilidad de un rebrote del virus toma fuerza.

1 de noviembre de 2020 Por: Francisco José Lloreda Mera

En momento en que el país empieza lentamente a levantar cabeza tras el duro impacto económico y social de la pandemia, la posibilidad de un rebrote del virus toma fuerza. Un escenario que dependiendo de su complejidad podría sumir al sector productivo en una crisis aún más profunda y de pronóstico reservado. De ahí la urgencia de tomar en serio el covid y examinar medidas ingeniosas que nos eviten un nuevo confinamiento.

Según Fedesarrollo, la caída proyectada del PIB para 2020 estará entre 7,2% y 8,1% y para 2021 se espera un crecimiento de 3,6% a 4%, es decir, una reactivación. Señala que el 85% de las empresas ya están funcionando y que se han recuperado 1,8 millones de los empleos perdidos, y que terminaremos el año con una tasa de desocupación de 16,3% que bajaría a 11,1% en 2021. Es decir, con dificultades, vamos por buen camino.

Pero ese respiro, que se aprecia en la reapertura del comercio y los restaurantes, en la presencia de niños y adultos en los parques y el reinicio del transporte aéreo y terrestre, entre otros, podría ser flor de un día. Varios departamentos registran un incremento en contagios, bien por rebrote o porque no han alcanzado el pico. La nueva ola del virus en España, Francia, Alemania e Inglaterra, con cierres totales, no son un buen presagio.

El Ministro de Salud ya salió a decir que si se llega a presentar una segunda ola podría tomarse de nuevo una medida de confinamiento. Es su deber informarlo. Y debe decirlo con un dejo de frustración luego del enorme esfuerzo para preparar el sistema de salud y bajar los contagios y muertes; no debe ser fácil para él avizorar un rebrote del virus. Si se podía o puede evitar, no lo sé, pero hemos hecho todo lo posible para que se dé.

Mientras muchas personas han retomado con cuidado sus actividades diarias, otros se han excedido, como si el virus hubiese desaparecido; cualquier trapo es un tapabocas y pasó a ser un accesorio opcional y el distanciamiento social y la higiene se han relajado. Se confundió la mejoría en los indicadores y la reapertura con un libertinaje. Pese a que muchas actividades productivas aplican bien los protocolos, ha fallado el autocuidado.

Lo increíble es que más de un mandatario es corresponsable de lo que está pasando. De un día a otro quienes se rasgaron las vestiduras por el día sin IVA por unos pocos casos de desorden, terminaron consintiendo e incitando a las aglomeraciones sociales. Hasta ahí les llegó la defensa a ultranza de la vida; primó el derecho a la protesta -contra el Gobierno, claro-. Ese es el talante y coherencia de algunos de nuestros gobernantes.

Quienes tuvieron coronavirus y están recuperados, en especial quienes sintieron cerca la muerte, deben estar atónitos con lo que está sucediendo. Pareciera no ser suficiente saber del riesgo del virus para tomarlo en serio: como niños chiquitos, necesitamos darnos contra la pared una y otra vez para aprender y ni así. Quienes sí lo han tomado en serio son quienes han visto cerrar sus negocios y poco a poco los han ido abriendo.

Ojalá el incremento de los casos de contagio de los últimos días no sea el preludio de un rebrote generalizado y masivo. Lo digo por las vidas en riesgo, pero también, porque no sé qué tan fácil el país se recupere de un nuevo confinamiento y cierre de actividades; si estemos en capacidad de superar otro colapso de los sectores productivos, cuando la mayoría aún no sale a flote. Responsabilidad ciudadana es lo que nos están pidiendo.
Y al Gobierno, ir pensando opciones que no sean radicales y en medidas extraordinarias.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

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