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Todos somos inmigrantes

Si la situación fuese a la inversa y tuviésemos acá a un Chávez o Maduro -escenario no descartable- y en Venezuela una democracia funcional con un gobierno decente, cientos de miles de colombianos ya estarían allá...

4 de agosto de 2019 Por: Francisco José Lloreda Mera

Hay distintas teorías sobre el origen del Homo sapiens, es decir, de una especie con el fenotipo y características del hombre moderno. La mayoría considera que es africano, hace 200 mil años, y que cruzaron del Estrecho de Bering entre la hoy Asia y América hace 15 mil años, llegando a Sudamérica hace 12 mil. Salvo quienes permanecieron en África todos somos inmigrantes: descendemos o somos parte de procesos migratorios.

La historia de la humanidad ha estado signada por la migración voluntaria u obligatoria. En el caso de Colombia, de españoles y esclavos africanos, y su mestizaje con indígenas, inmigrantes también. Pero se ha visto enriquecida a través de los años con la llegada de ingleses, japoneses, alemanes, italianos, turcos, y de otras nacionalidades. Y de distintas religiones: católicos, judíos y musulmanes, entre otras. Esa es la realidad de Colombia.

Por eso preocupa y duele lo que sucede con muchos venezolanos en nuestro territorio. De una cálida bienvenida hace unos años han pasado a ser escoria, blanco de amenazas. Nadie niega el impacto de la última ola migratoria: la estampida de más de un millón de venezolanos huyendo de una dictadura, de un país en ruina; el mayor flujo migratorio reciente a nivel global. Un desafío complicado para cualquier país y cualquier gobierno.

Cortos de memoria somos -o son, muchos colombianos- que se quejan de la inmigración venezolana. Es cierto que ha llegado de todo, personas en diferente situación económica y con valores diversos. Y sí, también delincuentes o quienes en medio del desespero han terminado delinquiendo. Igual sucedió con los migrantes colombianos hacia Venezuela. Más de un millón allá fue a parar, en busca de mejores oportunidades. Les llegó de todo.

Si la situación fuese a la inversa y tuviésemos acá a un Chávez o Maduro -escenario no descartable- y en Venezuela una democracia funcional con un gobierno decente, cientos de miles de colombianos ya estarían allá, y en Ecuador, México, Perú o Chile; los que no se hayan ido para Miami. Los seres humanos, por instinto, buscamos la supervivencia; lo mejor para nuestras familias, en la medida de las posibilidades. Es lógico que así sea.

La decisión de migrar -en este caso huir- no es fácil. Implica sacrificio, destierro, familias fragmentadas. Para llegar la mayoría a condiciones de hacinamiento y pobreza. Como será el desespero que irse terminó siendo la mejor opción para muchos venezolanos. Y encima se les empieza a estigmatizar y reciben amenazas a sus vidas, también quienes los acogen. Eso no puede ser, y amerita el rechazo enérgico de todos los colombianos.

Culpar a los venezolanos del desempleo y la inseguridad es injusto e irresponsable. Es cierto que han aceptado trabajos en condiciones paupérrimas afectando a colombianos, pero el país se ha beneficiado y con creces, del conocimiento, inversión y trabajo de los venezolanos. Y en seguridad, no son más de 300 inmigrantes de ese país, de un millón, implicados en delitos. Como es de fácil responsabilizar a otros de nuestras ineptitudes.

Más allá de los efectos negativos y positivos de la migración masiva de venezolanos al país, nada justifica su estigmatización ni las amenazas. Es imperativo no solo rechazar con contundencia estos hechos sino entender que en últimas todos somos inmigrantes. Y en tal sentido, ser solidarios con nuestros vecinos. Ellos nos han tendido la mano en el pasado, a veces bien, a veces mal, eso no importa. Y no es un asunto de reciprocidad histórica. Es un deber moral, de mínima solidaridad, y de conciencia de patria grande.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

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