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Los alcaldes y el Esmad

Transcurrida la segunda versión del mal llamado paro nacional del pasado 21 de enero, vale la pena hacer un balance, en particular, sobre el proceder de los alcaldes de las tres principales ciudades del país y el Escuadrón Móvil Antidisturbios, Esmad.

26 de enero de 2020 Por: Francisco José Lloreda Mera

Transcurrida la segunda versión del mal llamado paro nacional, el 21 de enero, vale la pena hacer un balance, en particular, sobre el proceder de los alcaldes de las tres principales ciudades del país y el Escuadrón Móvil Antidisturbios, Esmad. Más cuando algunos gobernantes realmente consideran que el balance de la jornada fue positivo y más de un colombiano lunático insiste en disolver este grupo especializado de la policía.

Iniciemos por reiterar lo que algunos se resisten a reconocer: la jornada del 21 de enero, lánguida, no fue un paro nacional. Lo digo, no para subestimar su relevancia, ni restarle validez a las razones de quienes marcharon, sino para llamar las cosas por su nombre; 20.000 personas no representan a 48 millones de colombianos. Ni ellos ni el comité del paro, representan a los trabajadores, a los estudiantes, y a la mayoría de los ciudadanos.

Lo segundo, reconocer que, si bien la mayoría se manifestó de manera pacífica, en varias ciudades una vez más el vandalismo fue el protagonista. Pero no solo el vandalismo: la violencia contra los miembros del Esmad. Las imágenes de encapuchados agrediendo con sevicia a pequeños grupos de policías -que resisten con paciencia- y la destrucción de estaciones y buses de transporte, evidencia en lo que se han convertido las protestas.

Llama entonces la atención, la reacción de los alcaldes de las tres principales ciudades. Todos dieron un parte positivo. Para ellos, el vandalismo se redujo a “pequeños focos” y cifran el éxito en las menores intervenciones del Esmad. Los perjuicios causados a terceros y los destrozos en sedes públicas y a la propiedad privada, muy poco importan. Y como no hubo muertos, todos sonrientes. La relativización de los hechos y los delitos.

El de Cali, dio un parte de tranquilidad, pese a los bloqueos en Puerto Rellena, la Portada al Mar, la Pasoancho, y los destrozos a la sede del Icetex. El de Medellín, igual, y además dijo que su ciudad era ejemplo de cómo se debe protestar y que “los graffitis se limpian”. La de Bogotá, ídem, señaló que hubo normalidad salvo cuatro hechos puntuales, cuando lo ocurrido en la capital fue vergonzoso, y en particular la humillación a nuestra policía.

Y llama la atención, la manera como parecieran entender al Esmad. Salieron a decir que el uso de este escuadrón sería el último recurso como si ya no lo fuera y se inventaron protocolos como si este grupo de la policía ya no los tuviera. Y más temprano que tarde les tocó ordenar la intervención del Esmad. Además, porque este de todos modos iba a actuar, con o sin su autorización, por una razón: porque recuperar el orden es su deber.

Pareciera que muchos alcaldes sufrieran un trastorno de bipolaridad frente al Esmad. Saben que lo necesitan y que sin este sus ciudades quedarían a merced de los vándalos. Pero parecieran sentir vergüenza de respaldarlo. Olvidan que la campaña ya pasó, que fueron elegidos para las buenas y las malas, y que es su obligación aplicar la ley, y que su aplicación a veces exige amarrarse los pantalones y ejercer sin titubeos la autoridad.

El famoso paro nacional del 21 de enero fue un fiasco, aunque sus organizadores nunca lo vayan a reconocer. Y el balance en general, no fue positivo, como algunos lo señalan. El vandalismo, los bloqueos en las vías y los destrozos, fueron de nuevo el protagonista. El que no haya habido muertos ni toque de queda no es referente, pues no hay punto de comparación entre estos hechos y los de noviembre. Ojalá lo sucedido sirva de reflexión y a futuro hagan respetar los derechos de los terceros y respalden sin tibieza al Esmad.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

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