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Indigno

Y no es tan simple como que “a muchos no les gusta cómo Gustavo Bolívar hace política”, como lo señaló una Representante. Es que la política no se hace -ni debe permitirse que se haga- financiando a organizaciones criminales

25 de julio de 2021 Por: Francisco José Lloreda Mera

Gustavo Bolívar es indigno de ser senador. No es el único que ensombrece el Capitolio, pero es sin duda un claro exponente de lo peor que hay en el Congreso. Cómo será que, en un hecho histórico, su nombre fue vetado a través del voto en blanco para ocupar la segunda vicepresidencia del Senado; dos terceras partes de sus colegas, de diferentes partidos, le dieron un mensaje claro: en política, incluso en la colombiana, no todo vale.

Los tribunales determinarán si de acuerdo con el estatuto de oposición se podía elegir a un vicepresidente de un partido de oposición diferente de Colombia Humana, una vez este desistiera en presentar otro candidato, como en efecto ocurrió. Pero más allá de la discusión legal, que es relevante, debe entenderse el significado político de lo sucedido y que evidencia el distanciamiento entre el Partido Verde y el llamado Pacto Histórico.

Pero lo ocurrido va más allá de diferencias partidistas: nunca un congresista había sido objeto de semejante humillación en el Congreso.
Y no es tan simple como que “a muchos no les gusta cómo Gustavo Bolívar hace política”, como lo señaló una Representante. Es que la política no se hace -ni debe permitirse que se haga- financiando a organizaciones criminales; referirse hoy a la Primera Línea como simples vándalos es un eufemismo.

Bolívar se equivocó, y de qué forma, haciendo politiquería con sus aliados de la Primera Línea. Su iniciativa de dotarlos de un “kit personal” para enfrentar al Escuadrón Móvil Antidisturbios, más que un error fue una estupidez, y más que una estupidez, un delito. No en vano la Corte Suprema de Justicia, el Consejo de Estado y la Procuraduría General de la Nación han procedido, cada una en lo de su competencia, a investigar lo sucedido.

Financiar a quienes atentan contra la autoridad y destruyen bienes públicos y privados es ilegal aquí y en cualquier país medianamente serio. Organizar una colecta a través de una plataforma digital y recibir donaciones por medio de su fundación ‘Manos Limpias’ para proveer de escudos, cascos y guantes, y ayudar a su manutención, a quienes se han organizado para delinquir, es inadmisible de cualquier ciudadano y más de un senador.

Es cierto que en algunas de las autodenominadas Primera Línea hay jóvenes en busca de oportunidades, pero no nos engañemos, la mayoría son universitarios con doctorado en tirar piedra y bombas molotov, delincuentes y guerrilleros. Así empieza a develarse en las investigaciones y las capturas adelantadas por las autoridades. Y en ningún caso pueden justificarse la violencia y los bloqueos, como algunos ingenuamente aún lo hacen.

De ahí la gravedad de lo que ha hecho Gustavo Bolívar. Embelesado con el mismo y por sus áulicos e incautos, cree que puede hacer impunemente lo que le viene en gana. Pues no. La política y la demagogia también tienen límites, incluso en un país tan permisivo. Nadie, por más cineasta con suerte y vedette en las redes, está por encima de la ley.
Organizar y financiar a quienes insisten en sembrar caos en las ciudades es inaceptable.

Hizo bien el Senado de la República en poner a raya a Gustavo Bolívar.
Hubiese sido una vergüenza elegir de Vicepresidente a una persona que auspicia el crimen y destila odio. Ojalá las instancias que han decidido conocer del caso no vacilen en la investigación y de hallar mérito, como se esperaría, lo sancionen ejemplarmente. Aunque no sería raro que el senador de ilustre apellido, al igual que su mentor, acuda a la Cidh y que ésta, en un acto que no sorprendería, lo proteja. Pobre país con senadores de tan pobre factura.
Sigue en Twitter @FcoLloreda

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