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¿El fin de un sueño?

Si el problema es su sostenibilidad económica, es ahí donde debe buscarse la solución; pero no echar por la borda una iniciativa que es punta de lanza de una revolución educativa en Colombia.

9 de septiembre de 2018 Por: Francisco José Lloreda Mera

Pocos programas educativos han demostrado ser efectivos en la movilidad y equidad social del país. Por eso preocupa el anuncio de la nueva Ministra de Educación, quien es una funcionaria seria, de no continuar con el programa Ser Pilo Paga. Si el problema es su sostenibilidad económica, es ahí donde debe buscarse la solución; pero no echar por la borda una iniciativa que es punta de lanza de una revolución educativa en Colombia.

Ser Pilo Paga le ha ofrecido financiación a quienes tuvieron un excelente puntaje en las Pruebas Saber, son de Sisbén 1 o 2 y fueron aceptados en universidades acreditadas de excelencia. Es decir, le abrió las puertas de las mejores instituciones educativas a los mejores estudiantes secuestrados en la pobreza, duplicando su acceso a educación superior (36,6% a 69%) y quintuplicándolo en las de alta calidad (10,6% a 57,55%).

Sin desconocer la calidad de muchas de las universidades públicas, el que la mayoría de los estudiantes del programa prefirieran ir a universidades privadas (85%) ha causado inquietud entre quienes creen que la única manera de ofrecer educación superior a los más pobres es a través de instituciones oficiales; deben ver cuestionado el modelo de financiación pública basado en la oferta y por eso la han enfilado contra Ser Pilo Paga.

Y es así porque Ser Pilo Paga empezó a transformar la educación
superior en el país, por dos razones: ha permitido que el factor económico no interfiera en la competencia por el acceso a las mejores universidades; y, puso sobre la mesa una discusión que el país ha estado en mora de dar: qué se entiende por educación pública, cuál es el deber del Gobierno al momento de contribuir a financiar el acceso a la educación superior.

Hay quienes creen que la educación pública se supedita a la que se ofrece a través de universidades propiedad del Estado; otros -y me incluyo- que el deber del Estado no es sostener instituciones sino garantizar, en razón al mérito, acceso a la mejor educación, oficial o privada. El mejor incentivo para que las universidades sean de calidad es que los estudiantes decidan dónde ir, sin más limitante que la calidad de las instituciones.

En ese contexto y en momentos en que las universidades públicas insisten -para variar- que están quebradas, se indica que por problemas de financiación el programa se acaba y “el dinero se encausará en el fortalecimiento de la educación pública, que es realmente donde está el foco del problema”. En lugar de analizar cómo impulsar las universidades públicas de alta calidad al tiempo de hacer sostenible un programa que ha sido efectivo.

Es cierto que el modelo de financiación de Ser Pilo Paga, como está diseñado, no es fácil de sostener. Eso no es nuevo. Por eso se ha propuesto que sus egresados, una vez estén trabajando aporten un porcentaje de su sueldo a su sostenibilidad; así funciona en otros países. E incluso, destinar un porcentaje de los recursos que hoy se dirigen a financiar la oferta, a financiar la demanda, permitiéndoles a los jóvenes escoger donde estudiar.

Ser Pilo Paga ha permitido que miles de jóvenes en medio de la pobreza sueñen con un mejor futuro, con la posibilidad de hacer una carrera universitaria en una de las mejores universidades del país, sea oficial o privada, sin que la barrera económica se lo impida. Es de los pocos legados realmente importantes sobre los cuales es necesario construir. La educación no es pública o privada en razón de la institución, sino de a quien sirve.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

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