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A retazos y trancazos

Difícil un país tan privilegiado por su ubicación geográfica como Colombia. Equidistante del norte y el sur, y con dos océanos. Y, también, difícil un país con tantas dificultades para tener la infraestructura vial que necesita.

13 de octubre de 2019 Por: Francisco José Lloreda Mera

Difícil un país tan privilegiado por su ubicación geográfica como Colombia. Equidistante del norte y el sur, y con dos océanos. Y, también, difícil un país con tantas dificultades para tener la infraestructura vial que necesita. Pareciera seguir vigente lo escrito por el Virrey Solís a Fernando VI en 1758, indicándole que las obras públicas no avanzaban, en alusión al Puente del Común sobre el río Funza, que tardaría 38 años en terminarse.

Entre Sudamérica y Centro y Norteamérica no hay paso, luego de 96 años de concebida la Ruta Panamericana, en la V Conferencia de Estados Americanos. Concluida la doble calzada de Medellín a Turbo, faltarán 87 kilómetros para conectar Colombia y Panamá. Parecieran existir opciones para sortear con el mayor cuidado ambiental la región del Darién, lo que no pareciera existir es voluntad política en los dos países para terminarla.

Con Venezuela nos comunican tres pasos sobre el Río Táchira, siendo el más importante el Simón Bolívar, que comunica a Cúcuta con San Antonio. Pero hacia el interior, la doble calzada de Cúcuta a Pamplona y de este municipio a Bucaramanga, está en etapa de pre-construcción, y la Ruta del Sol II que comunica al centro del país con el Departamento de Cesar y a la Costa Caribe, está suspendida, en medio de escándalos de corrupción.

Con Ecuador y los países del sur del continente, la comunicación vial produce lástima. Es inaceptable que a estas alturas carezcamos de una vía en doble calzada hasta Pasto y que el tramo entre Popayán y la capital nariñense, de 250 kilómetros con un costo de $3,4 billones, no tenga ni siquiera proyecto; que no sea ni haya sido prioridad de ningún gobierno central; y que la vía de Tumaco a Esmeraldas por el Rio Mataje, no sea realidad.

Pero la perla de la improvisación, la tramitología, las trabas judiciales y la corrupción, es la vía a Buenaventura, la principal ciudad sobre el Pacífico y con el más importante puerto sobre ese océano, que comunica a los mercados del Asia. Luego de trece años no solo no está terminada, sino que, de 118 kilómetros en doble calzada, faltan 47, y según la Agencia Nacional de Infraestructura, estaría lista en 2026, es decir 20 años después.

Esta vía, que ha debido ser prioritaria para el país, no lo ha sido. Y no lo ha sido porque por décadas no se ha entendido en el nivel central que la doble calzada no es un capricho vallecaucano sino un proyecto estratégico del país. Similar ocurre con Cauca y Nariño, ‘departamentos problema’ en vez de oportunidad, para las entidades nacionales. Luego nos quejamos de la miseria, de los cultivos de coca y de la violencia en el sur del país.

Pero además de no haber sido prioritaria ha tenido todo tipo de infortunios y obstáculos desde derrumbes hasta fallos judiciales absurdos que han obligado a realizar consultas con comunidades advenedizas -inexistentes- en un determinado territorio, detrás de las cuales lo que hay son grupos delictivos dedicados a una extorsión simulada. Pero nada pasa pues quienes se enriquecen de las consultas previas en el país son intocables.

La naturaleza ayuda, pero no suplanta la miopía, la improvisación y menos, la desidia. Nuestra topografía es compleja y exigente, pero esa no puede ser ni continuar siendo la excusa para no tener la mejor infraestructura de la región, entre ellas la vial. Para ser el país que conecta el norte y sur del continente y al Asia con occidente. Es cierto que en la última década se ha avanzado y bastante, así sea a retazos y a trancazos, pero no es suficiente. El caso de Buenaventura es patético. Sin infraestructura no hay desarrollo.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

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