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Sin memoria

Así habló Abelardo Forero Benavides, un respetado y leído humanista y político, en 1977, hace 43 años, en un Simposio de Anif.

24 de enero de 2020 Por: Fernando Cepeda Ulloa

Así habló Abelardo Forero Benavides, un respetado y leído humanista y político, en 1977, hace 43 años, en un Simposio de Anif. Voy a cederle este espacio porque parecen diagnósticos escritos hoy. Dijo hablar no como un hombre de partido o de grupo, sino como un colombiano alarmado.

“Tenemos también subdesarrollada la memoria. Lo que hoy se dice no tiene importancia mañana. Existe el fuero especial para contradecirse. Se pasa de una tesis a la otra con gran denuedo porque nadie recuerda el ayer, ni mañana va a recordar el hoy. No existen en la actualidad propiamente partidos políticos. (…)

No se ha presentado un debate serio sobre la inflación, ni sobre el déficit energético, ni sobre las orientaciones del gobierno en materia internacional que han sido tan eficaces como faltas de resonancia. Lo que interesa es lo que se murmura, no es lo que se hace, lo que apasiona es la polémica no la administración, lo que atrae a muchas imaginaciones es el duelo espectacular y no las iniciativas creadoras. El gobierno no tiene un partido compacto, solidario en programas y soluciones, atento al desarrollo administrativo de los planes que ha propuesto. Y a los partidos les interesa más la cuota burocrática que la acción fecunda. La remoción de un agente menor en la administración conmueve mucho más que la reforma tributaria. Todo indica en los grupos, porque no es apropiado hablar de partidos, una falta de responsabilidad, que es la manifestación política del subdesarrollo.

Millones de colombianos se interesan por el fútbol o por la vuelta a Colombia. También eso es un motivo de polémica. Centenares de colombianos se interesan por las escaramuzas del personalismo. Apenas una docena de colombianos se interesan por los grandes problemas públicos. (…)

Y también es una muestra de subdesarrollo el atribuirle a un gobierno, el de turno, todos los malos efectos, que venían incubándose muy atrás en una ausencia de política sobre los temas viscerales del país. No se previó el tránsito de la condición de exportador a la de importador en el renglón del petróleo. No se analizaron las causas del proceso de subversión y descontento en la Universidad. No se ha llevado a cabo una política que regule las aguas de los grandes ríos y prevenga las catástrofes de la sequedad y de la humedad. No se han previsto los efectos de las grandes concentraciones urbanas. No se han estudiado las consecuencias del debilitamiento de la Iglesia en el espíritu de los fieles en un país mayoritariamente católico y que tenía como base del orden social a esa iglesia, ahora integrada por voceros impacientes de una sociología mal aprendida.

Confianza en el país, sí. Pero reconociendo sus defectos y yendo al fondo de su origen. Cuando se llega a ciertas cimas de la edad, se quisiera el regreso a la juventud, para tener fuerzas para predicar la concordia en vez de la disolución, el análisis en vez de la pasión, la programación ideológica en vez de la demagogia, el servicio público sin los defectos de la burocracia, el tecnicismo teórico acompañado de un conocimiento cariñoso del país, el respeto a los gobernantes en vez de su emplazamiento beligerante, la integración de los partidos por tesis y no por hombres. Todo esto es posiblemente seca teoría”.

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