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¿Previsible?

¿Retrocedimos veinte años? No es la primera vez que surge una confrontación entre Colombia y Estados Unidos en torno de la manera como se está manejando el problema de las drogas ilícitas.

15 de septiembre de 2017 Por: Fernando Cepeda Ulloa

¿Retrocedimos veinte años? No es la primera vez que surge una confrontación entre Colombia y Estados Unidos en torno de la manera como se está manejando el problema de las drogas ilícitas. Aún en el gobierno de Virgilio Barco, cuyo compromiso en la lucha contra este flagelo era indiscutible, hubo momentos similares. Entonces como ahora se consideró que era muy injusta la actitud del Gobierno de los Estados Unidos, pero no existían las cifras tan contundentes que hoy le permiten al presidente Trump plantear una advertencia tan fuerte como la que hemos conocido. Es que no es poca cosa decir que se abstuvo de colocar a Colombia entre los países que podían ser descertificados pero que mantiene esa opción.

Reconozcamos que había indicios, unos más fuertes que otros, que anunciaban el desencanto del Gobierno Americano con lo que estaba ocurriendo en Colombia. Las estadísticas son desoladoras en materia de sembrados de coca y, también, en lo relacionado con la cocaína que llega a los Estados Unidos y los efectos desastrosos en términos de vidas y adicciones.

Lo interesante es que desde la primera administración del presidente Santos se formularon planteamientos que apuntaban a una reformulación de la política antidrogas, no solamente en Colombia sino en el mundo. Se hacía eco, así, a estudios y recomendaciones de comisiones integradas por expresidentes, incluyendo a Cesar Gaviria. Y, de otra parte, Colombia llevó el tema a La Cumbre de Las Américas y financió un estudio que fue entregado a la OEA, el cual al parecer pasó a dormir allá y aquí el sueño de los justos.

Fue el presidente Clinton el que descertificó a Colombia. Y fue también él quien en el año 2000 vino a Cartagena para anunciar que el Congreso había aprobado la financiación del Plan Colombia, una ambiciosa estrategia contra las drogas. Y en febrero de 2016, el presidente Obama celebró en la Casa Blanca lo que entonces se consideró como el mayor éxito de la política exterior de los Estados Unidos en el Siglo XXI.

Año y medio después los datos dicen lo contrario y nadie menos que el propio presidente Trump en un mensaje al Departamento de Estado descalifica a Colombia y hace una excepción, por ahora, por razón de la tarea que cumplen las Fuerzas Militares y la Policía. Ya habíamos escuchado de altos funcionarios que si Colombia no modificaba radicalmente la situación las relaciones bilaterales sufrirían consecuencias políticas. En el aire quedaba toda la retórica sobre la relación especial, la relación estratégica, la ‘desnarcotización’ de nuestra política exterior.

Cabe preguntarse, ¿qué habría ocurrido con esas mismas estadísticas si Hillary Clinton hubiera ganado la presidencia? ¿Habría repetido la experiencia de su esposo? ¿Habría buscado otros caminos? Es que lo preocupante de lo que está ocurriendo es el reconocimiento de que el Plan Colombia fracasó y, oh paradoja, que el Plan Colombia en su versión contra el narcoterrorismo, o sea, contra las Farc, el ELN y los paramilitares, sí tuvo éxito. Los tres fueron debilitados y aceptaron negociar. Lo que ahora se pone en tela de juicio es si el precio ha sido la derrota del Plan Colombia en su dimensión antidrogas ilícita. A no ser que el resultado final sea el de la destrucción de los cultivos de coca. Ojalá sea así.

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