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Por buen camino

Que se diga que el gobierno Duque no tendrá un “Congreso dócil” es una buena noticia para el sistema político.

17 de agosto de 2018 Por: Fernando Cepeda Ulloa

Que se diga que el gobierno Duque no tendrá un “Congreso dócil” es una buena noticia para el sistema político. Es que existe una correlación muy fuerte entre ese tipo de relación Ejecutivo-Legislativo y la creciente corrupción, ahora convertida en ‘empresas político-criminales’ al decir del contralor Maya.

Esto es lo que corresponde en una democracia liberal, en la cual se espera que la división de poderes sea real y, al mismo tiempo, armónica.

No se trata de hacer ingobernable la república sino de que todos concurran en la construcción de las políticas representando la diversidad de opiniones y, también, el rechazo, que es lo que le corresponde a la Oposición.

Es un trabajo complejo. Y cuando se realiza apropiadamente se transmite a la opinión pública la percepción de que se está trabajando cuidadosamente en la construcción de políticas públicas y que, al mismo tiempo, se están señalando los caminos para sustituirlas, si es del caso, en virtud del juicioso trabajo de los grupos de oposición que así se van constituyendo en una alternativa viable de poder.

Ese es el esquema democrático Gobierno-Partidos de Oposición. Un mecanismo que no se presta para imponer soluciones o para bloquear las propuestas legítimas de un gobierno.

Es indispensable que el Gobierno cuente con una mayoría que le permita gobernar. Esa es la fórmula de un Régimen Parlamentario. Eso son Inglaterra, España, Francia. La otra fórmula, la de un régimen presidencialista, normalmente multipartidista es la de construir mayorías, así sean diferentes, para sacar adelante su plataforma legislativa por la vía de la construcción de acuerdos mayoritarios que son productos de compromisos entre las diferentes fuerzas políticas. Es la situación del Régimen Presidencial colombiano, en nuestros días.

Es bien claro que se requiere un formidable esfuerzo de concertación. Así parece haberlo entendido el nuevo gobierno al crear una consejería presidencial que tiene como gestor a un exsenador, del partido de gobierno, con las cualidades para construir, una y otra vez, esas mayorías.

Así las cosas, se puede anticipar que el gobierno Duque no contará con la llamada, ‘aplanadora’, o sea, el batallón congresional siempre listo a aprobar lo que le pongan por delante. No hagamos preguntas sobre el precio de semejante actitud.

Deliberación, transacciones programáticas que lleven a compromisos, es decir, a soluciones equilibradas que reflejen puntos de vista diferentes pasarán a ser la imagen rutinaria en el escenario del Congreso. En buena hora. Ello restablecería la credibilidad y el aprecio de los ciudadanos por un Congreso que ha venido en un proceso de descrédito desde hace un buen tiempo.

Es parte de la formidable y difícil tarea que tiene el Gobierno para fortalecer un Sistema Político que dio muestras de grave debilidad durante el proceso electoral que llevó a la Presidencia a Iván Duque. Una personalidad política desconocida hace cuatro años, en nombre de un nuevo partido político, el Centro Democrático. Proceso electoral que también le dio un respaldo inusitado a Gustavo Petro. Fue una contienda, como tantas veces lo he dicho, entre la oposición al gobierno y la oposición al sistema.

No recuerdo otra situación en la cual todas las demás fuerzas políticas, particularmente las que tenían un largo recorrido histórico, quedaran al margen de la real contienda por la Presidencia de la República. Ambas opciones con votaciones sin antecedentes.

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