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Inocencia

¿Cómo si no existiera la norma constitucional?: “Toda persona se presume inocente mientras no se le haya declarado judicialmente culpable”.

23 de agosto de 2019 Por: Fernando Cepeda Ulloa

¿Cómo si no existiera la norma constitucional?: “Toda persona se presume inocente mientras no se le haya declarado judicialmente culpable”.

El caso de Luis Alfonso Hoyos es indignante. Durante este año, dos estancias judiciales declaran su inocencia. Y lo hacen sin reservas. Son apreciaciones que no dejan una sola duda sobre la inocencia del exembajador Hoyos. Se trataba -y se trata- de una persona que gozaba y que, por fortuna, sigue gozando del aprecio, el respeto y la admiración de las personas que lo han tratado, que han trabajado con él o han sabido de su trayectoria de bien.

Lo aconsejable habría sido que el proceso que se abrió contra él, en conexión con la campaña presidencial de Óscar Iván Zuluaga, se hubiera adelantado mientras Hoyos gozaba de plena libertad, y ya sería un atropello haberlo sometido a esa situación. Pero, a la vez, haberlo obligado (qué otra expresión podría usarse) a escoger el ostracismo, o sea, con palabras del diccionario, el destierro político al cual se condenaba en la antigua Grecia a los ciudadanos que por su poder, influencia, etc., se creían peligrosos para la vida del Estado. Casi cinco años pagando la condena de expatriado, él y su familia. De hecho, les infligieron un castigo enorme. Ahora, y no solamente una sino dos veces, lo han absuelto totalmente. Qué tremenda injusticia. Inaceptable.

Un hecho judicial de semejante significación tan negativa debería dar lugar a una reflexión profunda sobre el funcionamiento de nuestro Sistema Judicial y, en particular, sobre el tema fundamental de la presunción de inocencia. Un derecho sagrado. Y una violación descarada, como en este caso, debería tener alguna implicación judicial para quienes concurrieron en desconocer tan flagrantemente su inocencia.

Es que las sentencias del Juez y del Tribunal Superior, no dejan duda alguna. Lo absuelven porque no encuentran nada que pueda sugerir un comportamiento criminal.

En Francia, hace ya varios años, la ministra socialista de Justicia Elisabeth Guigou, logró que se aprobara una legislación para proteger mejor la presunción de inocencia. Inclusive, se contempla la posibilidad de que la autoridad judicial proteja en los medios de comunicación la imagen del procesado para evitar que ésta se deteriore indebidamente.  Vivimos tiempos en los cuales primero está la condena que hacen los medios y, la que, luego, podrían hacer los jueces. Se produce la declaración de inocencia y, entonces, queda vigente la que hicieron algunos medios. Una deformación del derecho a la presunción de inocencia.

Esto me recuerda el caso del Capitán Dreyfus, quien fue degradado en la Escuela Militar de Francia el 22 de diciembre de 1894, militar que fue cubierto de oprobios en un famoso caso de espionaje que dividió a Francia entre 1894 y 1906, en un enfrentamiento entre nacionalistas, militaristas y clericales y los republicanos y laicos. Un proceso tortuoso, que incluyó suicidios, renuncias de ministros y produjo, por lo menos dos fallos de los más altos tribunales. Tantas idas y venidas y hasta la defensa del famoso escritor Emilio Zola, en carta abierta al Presidente de Francia, publicada en el periódico La Aurora. Dreyfus, rehabilitado, fue promovido como Jefe de Batallón y Oficial de la Legión de Honor. Una historia de infamia que los franceses no han dejado olvidar y se conoce en el mundo entero. ¿Y se repite?

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