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Déficit deliberativo

El debate informado, riguroso, está de capa caída. Se reconoce el papel que hacen María Jimena Duzán, Diana Calderón, Juan Carlos Iragorri, Claudia Palacios, Hassan y otros en sus respectivos programas. Pero sorprende que haya temas que pasan desapercibidos.

11 de marzo de 2017 Por: Fernando Cepeda Ulloa

El debate informado, riguroso, está de capa caída. Se reconoce el papel que hacen María Jimena Duzán, Diana Calderón, Juan Carlos Iragorri, Claudia Palacios, Hassan y otros en sus respectivos programas. Pero sorprende que haya temas que pasan desapercibidos.

Por ejemplo, desapareció el anunciado proyecto de ley sobre recompensas para los informantes de esquemas de corrupción. Hubo la noticia en primera página de El Tiempo, no sé en otros medios, mi columna en este periódico y el tema se esfumó. La herramienta de mayor eficacia en la lucha contra la corrupción… desapareció.

Y así ocurre con otros asuntos. Adriana Mejía, la directora del Instituto de Ciencia Política, está organizando una serie de debates, con un grupo de expertos, sobre el sistema electoral, los partidos políticos, los medios de comunicación y la democracia. Inicialmente, será un debate cerrado pero el propósito será divulgarlo en un informe de conclusiones que posteriormente se hará llegar al público.

El tema electoral, así como el del estatuto de oposición, que también ha pasado desapercibido, es una de las columnas vertebrales de cualquier sistema político. Todos estos temas apuntan a una discusión muy relevante para el bienestar de los ciudadanos. Una vida política mal diseñada es una verdadera catástrofe. Y mucho de eso estamos viviendo.

Se reconoce que afrontar estos temas en pleno debate para una elección presidencial y para la del Congreso, es algo excepcional, y no debiera ocurrir así, porque es cambiar las reglas del juego mientras este se adelanta. Razón de más para que se le dé una mirada crítica y constructiva a las diferentes propuestas.

Los políticos, ya lo sabemos, se medirán cada una de las reformas que les conciernen. Examinarán con mucho cuidado si los favorecen o perjudican. Y ellos serán los que finalmente adopten las iniciativas, aquellas que les parezcan más convenientes. ¿Y la ciudadanía? Ojalá contemos con propuestas que convengan a unos y a otros y, principalmente, que favorezcan el mejoramiento de nuestra democracia y faciliten una gobernabilidad que esté basada en mayor representatividad, más posibilidades de rendición de cuentas y máxima transparencia.

El momento político, ya se dijo, no es el más propicio. Estamos viviendo una situación de pesimismo y desencanto. Asombroso que ello ocurra después de un acuerdo de paz. Y no se trata de una opinión individual. Esa situación negativa, casi deprimente, se ve reflejada con amplitud en las encuestas recientes, Gallup y Yanhaas.

Algunas innovaciones que serían bienvenidas en un contexto diferente y que pueden ser bien valoradas, en tal ambiente podrían resultar fatales. No se puede incrementar la desconfianza. El tema de la financiación de campañas no se ha debatido con rigor. Lo propio ha ocurrido con el de la oposición y así con otros.

Nuestro sistema electoral ha ido perdiendo credibilidad y confianza. Ha recibido críticas al más alto nivel y hay opiniones de expertos internacionales que lo ponen en tela de juicio. Compra de votos, fraudes, desequilibrios informativos, enorme desigualdad en la financiación y asombrosa lentitud en la resolución de los contenciosos. Lo que ocurrió con la candidatura de Marta Lucía Ramírez fue, realmente, deplorable.

Partidos políticos adormecidos, sociedad civil apocada, ciudadanía desentendida, Congreso que debate poco, juventud que no encuentra acogida y dirigentes alejados de la opinión pública…

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