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¿Cumbre borrascosa?

Por primera vez desde cuando el presidente Clinton recibió en Miami, 9...

4 de abril de 2015 Por: Fernando Cepeda Ulloa

Por primera vez desde cuando  el presidente Clinton  recibió en Miami,  9 de diciembre de 1994,  a todos los gobernantes de América con excepción de Cuba,  el próximo 10 de abril se  reúnen en Panamá  los mandatarios del Hemisferio, incluida Cuba. Una gran expectativa rodea el evento que parecía anunciar una nueva era de convivencia y cooperación.Pero hay amenazas de borrasca. Digamos que desde 1994  hubo la decisión de dejar atrás la retórica. Y la OEA se encargó del seguimiento. En vísperas de la segunda Cumbre en Santiago de Chile se preparó un Informe  que lo ratificaba: de las palabras a las realidades era el ‘Espíritu de Miami’ que se reforzaría ahora con la ‘Promesa de Santiago’.Ocurrieron muchas cosas. Entre otras, el impacto de la política exterior de Chávez que  pretendió replantear la arquitectura institucional hemisférica: debilitar la OEA y la Cumbre como una de sus manifestaciones, eliminar algunos esquemas  subregionales y crear otros. Ahora, cuando al parecer la incorporación de Cuba a la Cumbre,  sin reanudar su participación en la OEA, se recibía con alborozo y  Obama  era  exaltado por su histórica decisión, él mismo refrendaba una Ley que ordenó sanciones a Venezuela.Parecía contradictorio pero, como lo anota Michael Shifter en Foreign Affairs,  el asunto no generó reacciones significativas. Ahora, en vísperas de la Cumbre en Panamá, el presidente Obama firma, en cumplimiento de esa ley,  una Orden Ejecutiva que sanciona, no a Venezuela, sino a siete funcionarios, por violaciones a los derechos humanos. Y las palabras de la Orden Ejecutiva, en  obedecimiento  de un rito legal, hablan de que Venezuela constituye “una amenaza extraordinaria” para la seguridad de los Estados Unidos.El  gobierno venezolano habría podido pasar por alto estas palabras rituales y buscar una oportunidad para  en la Cumbre extender una rama de olivo que abriera el camino hacia  alguna forma de entendimiento. Prefirió pegarse a unas palabras muy fuertes pero que no significaban lo que decían, para elevar al máximo la confrontación retórica. De nuevo, las palabras y no los hechos.La diplomacia es ante todo un lenguaje. Busca apaciguar con una retórica blanda, muy blanda. Cuando se pasa a un lenguaje truculento, tan característico del chavismo, el espacio para la armonía desaparece. Que la Casa Blanca hubiera tenido que utilizar un lenguaje tan fuerte, por mandato de la ley,  era proporcionarle a Venezuela un arsenal para desafiar y hasta ridiculizar a Estados Unidos. Los gobiernos de la región habrían podido apaciguar los ánimos al recordar el contexto de la Orden Ejecutiva, pero la oportunidad se ofrecía  suculenta para confrontar a Obama.En este ambiente, el interrogante es si en Panamá prevalecerán la diplomacia y el espíritu de cooperación  para lidiar con una agenda que habla de ‘Prosperidad con Equidad’, o si la retórica virulenta desperdiciará este escenario histórico, el mismo que le permitió a Bolívar proclamar la urgencia de la cooperación en América.No auguraría mucha esperanza que la Cumbre que se vislumbraba como la del reencuentro de la familia interamericana derivara en una Cumbre Borrascosa. El presidente Obama ha tomado decisiones de enorme significación para la región:  la política en favor de los inmigrantes, la reconciliación con Cuba, el apoyo a un proceso de paz en Colombia auspiciado por Cuba y Venezuela. Sería paradójico que ahora se le tratara como al enemigo o al que revivió la guerra fría en la región o al imperialista indeseable.Que la desmesura no sustituya  la diplomacia.

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