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Aterrador

Las cifras conocidas son muy menores comparadas con los escándalos de corrupción, recientes y viejos, que hemos conocido.

30 de junio de 2017 Por: Fernando Cepeda Ulloa

Las cifras conocidas son muy menores comparadas con los escándalos de corrupción, recientes y viejos, que hemos conocido. Lo aterrador es que un abogado que logró la confianza del Fiscal General de la Nación se hubiera embadurnado, y de qué manera, en razón de comportamientos corruptos que revelan buen conocimiento del curso de los procesos penales. El señor Luis Gustavo Moreno Rivera, en mala hora fiscal Anticorrupción, utilizó métodos que sus propios libros, por demás bien valorados, describían y condenaban. Aterrador. Formación intelectual profesionalismo y hasta una disposición generosa y heroica se utilizaron perversamente para mancillar el oficio sagrado de administrar justicia, para denigrarlo.

Una vez más, es la Justicia de los Estados Unidos la que hace la tarea muy juiciosa, no menos sofisticada que la del Fiscal corrupto, para hacerle ver a Colombia que no estamos previniendo y confrontando bien la corrupción.

Es otro caso en el cual la corrupción se manifiesta como crimen organizado. Se trata de una empresa criminal en la cual participa otro abogado, la esposa del Fiscal implicado, Luis Gustavo Moreno Rivero, y vaya uno a saber qué otros colaboradores. Es, también, otro caso en el cual la vergüenza desapareció. La familia se involucra a fondo en la maraña de engaños, simulaciones, juegos de apariencia y, claro está, en el aprovechamiento inmediato de las ganancias criminales.

Los indicadores que señalan los manuales más elementales sobre lucha anticorrupción, estaban a la vista. Que no hubieran servido como voz de alarma es, realmente, sorprendente. Por fortuna, una agencia estadounidense no los pasó por alto y estaba atenta a la compra de aretes o pulseras en lujosas joyerías, cuando aquí la compra de penthouses y otras propiedades no suscitaba sospecha alguna.

Estamos ante un caso muy aleccionador. Ojalá se derivaran algunas lecciones obvias de lo que ha ocurrido. El fiscal general, Néstor Humberto Martínez, quien ha sido la primera víctima de esta descomunal traición, no debería ahorrar esfuerzo alguno para reconstruir la historia vergonzosa de este itinerario criminal y así identificar las debilidades, las omisiones, los silencios, las indiferencias que fueron cómplices de comportamiento que debilita enormemente la imagen y el compromiso que los colombianos tenemos en la lucha contra la corrupción. No es cualquier cosa que el funcionario que tenía a su cargo los temas más escandalosos en materia de corrupción, los tramitara como una herramienta de enriquecimiento personal ilícito.

Este tema no puede pasar a la historia como una crónica más. Lo ocurrido tiene que dar lugar a un examen minucioso de la vida burocrática y no burocrática de este infortunado Fiscal, que nos permita prevenir casos similares, que seguramente proliferan. Es que si la sal se corrompe… es que estamos hablando de la cúpula real en el tratamiento de los casos de corrupción, de la persona que los manejaba o los enredaba, directamente. Sus colegas en la Fiscalía tienen que contarlo todo y con detalle para que jamás algo semejante pueda repetirse ni siquiera en forma mínima. Se lo deben como gesto de lealtad al Fiscal General. Como deber cívico. Como gesto en favor de la transparencia y la probidad. Como una manera de decirle a Colombia que no todo está perdido. Ellos mismos tienen que sentir vergüenza de que su jefe inmediato haya podido obrar de esta manera y, al parecer, con relativo éxito.

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