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Revolución virtuosa

Entre 1876 y 1877 se libró en Colombia una guerra civil por...

27 de julio de 2014 Por: Esteban Piedrahíta

Entre 1876 y 1877 se libró en Colombia una guerra civil por la educación. Los gobiernos liberales de aquella década habían instaurado la educación gratuita, obligatoria y laica. Los conservadores, que aborrecían estas reformas por considerarlas ‘anticatólicas, se sublevaron -con el apoyo de la Iglesia- en diferentes puntos de la geografía nacional. En la confrontación, que duró 11 meses y en la cual murieron miles de personas, se impusieron las fuerzas del Estado. Aunque la educación ganó esa batalla, terminó perdiendo la guerra. Pronto después del cese de hostilidades los liberales se dividieron, abriendo paso a la ascensión a la presidencia de Rafael Núñez, quien derogó las reformas y le entregó el control de la educación en Colombia a la Iglesia. Tuvieron que pasar casi cincuenta años para que el país regresara a la ‘modernidad’ en cuanto a la concepción de la educación pública y el rol clave del estado en la misma. Desde entonces, los avances, aunque notorios, han sido mediocres. El propósito de universalización se ha prácticamente cumplido, al menos en lo que refiere a educación básica y media. Pero para la inmensa mayoría de niños y jóvenes, la calidad de la enseñanza es infame; como infame es para una comunidad la dispersión entre lo que recibe la minúscula fracción de alumnos de los mejores colegios privados y la pluralidad de la población. Nada es más importante en la construcción de una sociedad próspera, justa y sostenible que la educación universal de calidad. De poco sirve la infraestructura si no existe abundante capital humano productivo e innovador para aprovecharla. Las buenas instituciones son difícilmente viables cuando los ciudadanos tienen bajos niveles de educación; lo mismo los malos gobiernos donde la población es educada. La educación es la única revolución virtuosa: un solvente eficaz y tranquilo para derribar barreras de clase e igualar oportunidades, a la vez que construye capital social. Si queremos realmente dejar de ser un país pobre, desigual, violento, estratificado y clasista, es imperativo redoblar nuestra apuesta por la educación. No podemos conformarnos con seguir invirtiendo prácticamente lo mismo en la formación de 12 millones de niños y jóvenes que en la dotación y manutención de 450.000 soldados y policías. Nadie discute que un país como Colombia requiere hoy grandes inversiones en seguridad. Pero no podemos invertir tan poco en la única garantía disponible de prosperidad, justicia y seguridad futuras.Una luz de esperanza es el proyecto ‘tit@ - Educación Digital para Todos’ liderado por la Alcaldía de Cali, con el apoyo de los Ministerios de Educación y TIC. El gobierno local decidió invertir todos sus recursos de regalías (lamentablemente son solo el 10% del total que tiene el departamento) en mejorar la calidad de la educación pública. Usando la tecnología como herramienta, se busca transformar, de la mano de los maestros, el modelo pedagógico y los ambientes de aprendizaje.No se trata de una entrega demagógica de equipos. El foco a la fecha ha sido la formación de más de 540 docentes en metodologías de enseñanza apalancadas en las TIC (ya se firmó un convenio con Univalle para formar 1.500 más). Se están adecuando 828 aulas, ya se contrató la plataforma de gestión educativa y antes de fin de año se terminarán de completar los 27.000 computadores y tabletas que entregará el programa. La idea es beneficiar en 2015 a 53.000 alumnos. Es la apuesta más innovadora y ambiciosa que hay en el país y una que requiere de todo el respaldo de la comunidad para tener éxito y perdurar.