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Lo que es bueno para General Motors...

La inauguración esta semana, con bombos y platillos, de una planta productora...

14 de julio de 2013 Por: Esteban Piedrahíta

La inauguración esta semana, con bombos y platillos, de una planta productora de carros en el país trae a la memoria la frase de Charles Wilson, expresidente de General Motors: “lo que es bueno para GM es bueno para los EE. UU.” Esa frase sintetiza como pocas el fetichismo que profesa nuestra sociedad al automóvil como símbolo de estatus, glamour e independencia. Lograr una sociedad más equitativa y sostenible, sin embargo, demanda bajar al carro de su pedestal.Los carros particulares son al espacio público lo que las vacas a la tierra. Ambos son: i) ineficientes (un carro transporta, en relación a la energía y espacio de vía que consume, menos personas que un bus, una moto o una bicicleta; se necesitan 7 kg. de granos (comestibles) para producir un kg. de carne vacuna); ii) contaminantes (los automotores producen un 10% de los gases de efecto invernadero; la ganadería, directamente, el 5%, sin contar el 10% adicional que genera la deforestación, frecuentemente vinculada a esa actividad); y iii) voraces (está bien establecido que una mayor oferta de vías, antes de disminuir el tráfico, tiende a aumentarlo; la ganadería en Colombia ocupa 30 millones de hectáreas, 6 veces lo que ocupa la agricultura y casi 100 veces lo que ocupan las ciudades).No se trata de satanizar las vacas ni los carros. La ganadería tecnificada e intensiva disminuye muchos de los efectos secundarios nocivos arriba mencionados. Y en ciudades como las colombianas, planeadas dando prioridad al automóvil y donde el transporte público es deficiente y la infraestructura para modos no motorizados (desde andenes hasta ciclorutas) inadecuada, un carro puede ser la solución eficiente, al menos en términos de velocidad. A lo que quiero llegar es que con los riesgos que plantea el cambio climático y con el barril de petróleo a 100 dólares, el modelo “una familia-un carro” (¡o dos!) que tan exitosamente nos vendieron los norteamericanos (desde las automotrices hasta Hollywood) y que tan fervientemente adoptamos, en la práctica o como aspiración, está mandado a recoger.Atacar el sesgo pro-carro que existe, tanto a nivel cultural como de políticas, requiere hacer más atractivo el transporte público, aumentando las inversiones en infraestructura (como se ha venido haciendo) y adoptando un nuevo urbanismo basado en ciudades densas con mayor flexibilidad en usos y alturas, y planeadas en forma coordinada con la oferta de transporte.Pero además, hay que fortalecer el incentivo más poderoso — el económico—, a través de subsidios a la tarifa. Estos, a diferencia de muchos otros que rondan por allí, resisten cualquier análisis de costo-beneficio. De un lado, son democráticos, el transporte público mueve 11 millones de personas al día en las 23 principales ciudades del país. De otro, son igualitarios, estudios de Planeación Nacional indican que los hogares urbanos pobres gastan más en transporte que en educación, salud y servicios públicos juntos. Finalmente, contribuyen a disminuir la contaminación, reducir la informalidad y la ilegalidad, y mejorar los entornos urbanos.El Alcalde Petro acertó con la implementación de subsidios a la tarifa de Transmilenio. Pero no todas las ciudades de Colombia tienen los recursos de Bogotá. Lo justo sería que el gobierno nacional revirtiera parte de los recortes que ha hecho a las participaciones municipales en los últimos 15 años y permitiera que parte de esos recursos se pudieran destinar a subsidiar los pasajes de los sistemas de transporte masivo.