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¿Cómo crecer la torta?

Cada cuatro años por esta época la discusión sobre políticas públicas y desarrollo en muchas regiones de Colombia se centra en el Plan de Desarrollo del nuevo gobierno y en cómo se ven reflejadas allí las aspiraciones de cada departamento.

17 de febrero de 2019 Por: Esteban Piedrahíta

Cada cuatro años por esta época la discusión sobre políticas públicas y desarrollo en muchas regiones de Colombia se centra en el Plan de Desarrollo del nuevo gobierno y en cómo se ven reflejadas allí las aspiraciones de cada departamento. Esta discusión es clave, pues en nuestro país la inversión y el gasto público están sumamente centralizados. En el Valle, la misma se está dando de manera activa y organizada bajo el liderazgo de la Gobernación, la Alcaldía de Cali y la bancada parlamentaria, con el apoyo técnico y participación de entidades como Propacífico y otras de la sociedad civil. Esta buena articulación público-privada es fundamental para priorizar mejor y lograr mayor capacidad de influencia en los diferentes estamentos del Estado central.

Pero es importante no perder de vista que, a pesar de su importancia y escala significativa, la inversión pública palidece frente a la inversión privada; y que, además, su evolución depende estrechamente de los impuestos que esta última genera. En los últimos años, lo que los economistas llaman la formación bruta de capital, que es la inversión en bienes durables y activos productivos tangibles e intangibles, ha rondado el 28 % del PIB en Colombia, unos $280 billones a precios de hoy. De estos, el sector público aporta un 10 %, los hogares un 20 % y las empresas alrededor del 70 %.

Como sociedad, es fundamental que prestemos mayor atención a la dinámica de la inversión empresarial: ¿en qué sectores se está dando?, ¿en qué medida está incorporando tecnología y conocimiento? ¿está logrando los avances en productividad requeridos para alcanzar mejores salarios? ¿qué mecanismos son efectivos para impulsarla? Al final del día, el camino al desarrollo pasa necesariamente por la acumulación de capacidades productivas en el territorio, aunque los giros desde Bogotá sean importantes para apuntalar el entorno en el que estas se despliegan.

En el Valle, tras la apertura económica y la crisis de los noventa, que impactaron de gran manera nuestro tejido productivo, habíamos dejado estas cuestiones en buena medida al mercado, que es otra manera de decir al garete. No porque los empresarios no puedan hacer muchas cosas por sí mismos, sino porque se logran resultados más potentes con buena articulación no solo con el sector público y otras entidades de apoyo, sino con otros empresarios. Nuestras preocupaciones en materia de desarrollo se centraron en la repartición de la torta, y no en cómo hacerla crecer.

Felizmente, en este ámbito ha venido sucediendo un cambio importante. Un hito fundamental fue la fundación en 2011 de Invest Pacific, la agencia de promoción de inversiones, un esfuerzo público-privado para atraer capacidades productivas de punta a nuestra región. La Ocde señala que las empresas con capital extranjero son en promedio bastante más productivas que las de capital local y pagan salarios 2 a 3 veces mayores.

Otro avance ha sido la orientación de la Cámara de Comercio de Cali a los programas y servicios de desarrollo empresarial y productivo que, de la mano de aliados públicos y privados, le ha permitido incursionar en ámbitos como el emprendimiento de alto impacto, el fomento a la innovación y la productividad y las iniciativas clúster. La fundación de Reddi, la agencia de desarrollo tecnológico regional en 2017, en alianza con Colciencias y las universidades, es también un hecho significativo.
Y, sin duda, la creación en 2017 de las Secretarías de Desarrollo Económico en la Gobernación y la Alcaldía de Cali reviste enorme importancia. Los gobiernos departamental y local no pueden estar ausentes de la discusión productiva.

Sigue en Twitter @estebanpie