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Parálisis

Los caleños deben despertar e impedir que con este regreso al pasado les dañen aún más su ya precaria movilidad

7 de noviembre de 2017 Por: Emilio Sardi

“Ciudadanos piden más movilidad” rezó un titular de El País este lunes. Pues les tengo noticias, señores ciudadanos: de aprobarse el Plan Integral de Movilidad Urbana Pimu que está a consideración del Concejo, no sólo no tendrán más movilidad sino que se les garantizará la progresiva parálisis de la ciudad. No otra cosa sucederá con ese plan, tan chapucero, ideologizado y distante de la realidad como cualquier acuerdo con la Farc.

Los caleños teníamos la esperanza de que el Pimu estableciera un marco para detener el deterioro en la movilidad de los dos últimos años. Después de todo, su objetivo central debiera ser satisfacer las necesidades de viaje y de transporte tanto de la gente como de los negocios y sectores productivos, de manera que se mejorara la calidad de vida de los ciudadanos y se elevara la competitividad de la ciudad. No fue así y, de implementarse lo propuesto, Cali tendrá que renunciar a una movilidad más eficiente y su productividad como ciudad se verá seriamente afectada.

El plan contiene un listado de obras de infraestructura vial vehicular que se queda muy corto ante las necesidades reales de la ciudad. Y aunque plantea propuestas para mejorar el transporte masivo, dista mucho de darle una solución real al problema. Pero su principal falla es que su prioridad son regulaciones y obras urbanas que reprimirán o dificultarán el tránsito de automóviles y motos, y plantea como urgentes medidas que lleven a que Cali se mueva prioritariamente a través de medios no motorizados (a pie y en bicicleta). Esto en una ciudad donde la gente, en su mayoría, vive lejos de su trabajo, y donde el transporte público es desarticulado e ineficiente, ha aumentado los tiempos de desplazamiento de la gente, y es absolutamente insuficiente en su cobertura territorial.

El Pimu busca imponer un modelo de movilidad para una aldea del pasado. Una donde la gente viva al lado del trabajo y vaya allí caminando, y donde pueda ir en bicicleta -o a caballo- al supermercado. Es tal su obsesión con el ayer que hasta contempla la estructuración de un proyecto para usar el río Cauca para el transporte de pasajeros (¿?). Ignora el hecho protuberante de que más de 300 mil familias tienen registrados más de 400 mil autos en Cali, que los números son aún mayores en el caso de las motos, y que todas esas familias tienen derecho a no ser perseguidas y a que sus necesidades de movilidad sean atendidas seriamente.

Así como hoy se ven vacíos carriles exclusivos para buses del MÍO que pasan sólo de vez en cuando, es previsible que los 240 km de ciclorrutas que el Pimu les quitará a los automotores en dos años -y los 420 km que habrá en diez- serán otra torpe sobreoferta. ¿O es que alguien cree seriamente que los estratos populares preferirán pedalear a la comodidad y servicio que les da la moto? Es tal la incapacidad del Pimu de reconocer el cambio tecnológico que sigue basando sus recomendaciones en el ahorro de emisiones de carbono, cuando ya es claro que en pocos lustros los motores eléctricos habrán remplazado a los de combustión, tanto en los carros como en las motos.

Los caleños deben despertar e impedir que con este regreso al pasado les dañen aún más su ya precaria movilidad. Deben hacerles saber a sus concejales que esta sarta de barbaridades no es aceptable y que los votantes nunca les perdonarán la catástrofe que ocasionaría aprobarlas.