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Leyes y leyes

Colombia definitivamente es un país de leyes. Vivimos aquí bajo una hemorragia...

3 de noviembre de 2010 Por: Emilio Sardi

Colombia definitivamente es un país de leyes. Vivimos aquí bajo una hemorragia continua de leyes, decretos, resoluciones, ordenanzas, acuerdos y demás actuaciones con las que nuestros legisladores y gobernantes dan rienda suelta a lo que un ilustre pensador llamara nuestro “santanderismo salvaje”. La situación es tan ridícula que, al cerrar cada año, los medios de comunicación juzgan la actividad legislativa por el número de leyes emitidas y no por su calidad.En 2005, a raíz del ‘Proyecto de Racionalización y Simplificación del Ordenamiento Jurídico’, la Presidencia de la República les ordenó a los sectores administrativos que le reportan, levantar un inventario de la normatividad legal y reglamentaria que los cobijaba. Un año después, el Dane reportó que el funcionamiento de las dependencias bajo estudio era gobernado por la friolera de 21.128 normas. El liderazgo lo ocupaba el Ministerio de Protección Social, con 3.150, seguido por el de Hacienda, con 3.005, y por el de Interior y Justicia, con 2.681. Como esta diarrea legislativa es en buena medida fruto de la improvisación y del desconocimiento, la vigencia de esas normas tiende a ser corta. Rápidamente se vuelve evidente que no funcionan o son equivocadas, y rápidamente algún nuevo funcionario o legislador quiere imponer sus caprichos. En la medida en que las normas no sufren modificaciones y se sostienen a través del tiempo, adquieren respetabilidad y confiabilidad. En la medida en que son efímeras, como las nuestras, el ordenamiento jurídico se torna intransitable.Adicionalmente, la técnica para expedir las normas es deplorable. La mayoría de ellas simplemente concluyen con un “deróganse todas las disposiciones que le sean contrarias”, sin precisar cuáles son éstas, con lo cual trasladan al ciudadano y al desprevenido operador la carga de desentrañar el enredo que con ellas están creando. Nadie realmente sabe qué queda vigente y qué queda derogado en toda esa maraña.Claramente este exceso de normatividad es una de las causas de que, a pesar de amar tanto a las leyes, a los colombianos, en general, les guste tan poco cumplirlas. El exceso de normas y su irracionalidad las hacen poco respetables y de difícil cumplimiento. Por eso, en Colombia la que más se cumple es la que dice “hecha la ley, hecha la trampa”.Es tan confusa y profusa nuestra legislación que pocas cosas hubieran sido más deseables que la feliz conclusión de su racionalización y organización. Como no se pudo lograr, nuestros legisladores podrían considerar hoy emitir una nueva ley que simplemente ordene que se anulen los artículos pares (o los nones, si así lo prefieren) de todas las leyes vigentes. Es tan baja la calidad de la mayoría de ellas que lo más probable sería que nada cambiara, y por lo menos se reduciría el problema de exceso de verborragia a la mitad. Con esto se haría algo para aliviar el mal predicho por una ley que sí se cumple, la de Murphy para el sector público, cuyo postulado es: en el sector público, si algo se puede hacer mal, se hará mal en triplicado.*** Hace pocos meses terminaron de repavimentar la doble calzada Cali-Yumbo y ya está llena de huecos. ¿Qué entidad gubernamental contrató esa obra? ¿Quién fue el contratista? ¿Quién fue el interventor? ¿Qué están haciendo las entidades de control ante esta situación? ¿Hay entidades de control?