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El dólar

Los especialistas en temas económicos han venido ocupándose de los efectos que...

29 de octubre de 2014 Por: Emilio Sardi

Los especialistas en temas económicos han venido ocupándose de los efectos que tendrá la reciente caída del precio del petróleo sobre el futuro de nuestra economía, dándole particular énfasis al obvio incremento del déficit fiscal que ésta ocasionará. Es normal que lo hagan, pues nuestras finanzas públicas dependen en alto grado de los ingresos petroleros, y su mengua será grande al unir una caída de precios cercana al 20%, que los expertos no consideran transitoria, a los obstáculos que le impone a la producción petrolera el terrorismo de las bandas de distintas siglas que aquí medran.La nueva realidad del fin del dinero fácil obligará al Estado a tomar acciones que hasta ahora, por politiquería, ha preferido evitar. Deberá disminuir su desaforado gasto, cuyo crecimiento reciente ha sido mucho mayor que el de la economía. Y como, con una de las tasas efectivas de tributación más altas del mundo, la exacción a quienes pagan impuestos se ha llevado ya al límite, deberá ampliar la base tributaria, incorporando a ella sectores de la economía que sistemáticamente han sido ignorados, desde las cooperativas y cajas de compensación hasta los comerciantes y empresarios del campo y la ciudad hoy invisibles para el fisco. Y aumentará el IVA.Lo extraño es lo escasa que ha sido la atención prestada al efecto que esta caída del precio del petróleo tendrá sobre la tasa de cambio, cuando este es quizás el aspecto que mayor importancia reviste para nuestro futuro económico.La consecuencia más clara del pésimo modelo económico de apertura irracional que impera en Colombia desde el nunca suficientemente lamentado gobierno de Gaviria ha sido la sistemática destrucción del aparato productivo nacional y el continuo incremento de la dependencia de nuestra generación de divisas del petróleo y la minería. Como resultado, el déficit de nuestra balanza de bienes y servicios, excluyendo minería y petróleo, fue US$37 mil millones (casi $75 billones) en 2013. Y va para más de US$ 40 mil millones en 2014. Es fácil prever que al caer en 20% el ingreso petrolero con el que se venía compensando este déficit, escasearán los dólares y el país deberá endeudarse para continuar su orgía de importaciones. Y habrá una tremenda presión para que la tasa de cambio del dólar suba a niveles más racionales que el de los últimos años.A los gobiernos no les gusta que el dólar suba porque se incrementa el monto de la deuda pública externa y su servicio, y con éste el déficit fiscal. Y al Banco de la República le gusta menos, pues en su monotemática obsesión con la inflación, siempre ha usado la sobrevaluación del peso como una de sus armas. Por eso, es de esperar que esta augusta entidad apele a toda suerte de locas recetas, como elevar desmedidamente la tasa de interés, para buscar mantener un peso sobrevaluado. Pero los hechos son tozudos, y no es fácil ver cómo, por absurdas que sean sus medidas, podrá evitar que el peso migre hacia una tasa realista cuando el déficit comercial total, con petróleo incluido, crezca a los miles de millones de dólares a donde pronto llegará.Esta es una buena noticia para nuestro sector productivo, que ha venido sufriendo el ataque brutal de la competencia desleal de los productores extranjeros subsidiados por sus gobiernos, por sus salarios de hambre y por sus tasas de cambio. Una tasa de cambio más competitiva le dará un aire muy necesitado.