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El coronel Mejía

Hace años no leo lo que los entendidos llaman literatura. Ella usualmente...

20 de julio de 2016 Por: Emilio Sardi

Hace años no leo lo que los entendidos llaman literatura. Ella usualmente versa sobre dramas, injusticias y sufrimientos, y para eso bastan los periódicos. Por eso, ahora leo sólo libros de humor o novelas de ficción en las que los malos siempre pierdan. O sea ficción totalmente opuesta a la realidad. A pesar de eso, recientemente leí ‘Me niego a arrodillarme’. Quería enterarme de qué tenía para decir el coronel Hernán Mejía Gutiérrez, quien alguna vez fue escogido como el mejor soldado del continente y es definitivamente uno de los mejores oficiales que han servido en el Ejército colombiano en su historia. Era mucho.En la primera parte del libro, el coronel Mejía lleva al lector por una serie de eventos de nuestra historia reciente que los jóvenes de hoy no conocieron y que hemos ido olvidando quienes los vimos suceder. Suministra en ella muchos detalles interesantes que no eran de público conocimiento y que, además de darle al lector una visión de lo que es una operación militar, permiten apreciar el entorno en el que nuestros militares (los de verdad, no los de escritorio) tuvieron que actuar a fines del siglo pasado y principios de este.Pero sobre todo, transmite muy claramente los principios que han gobernado las actuaciones de esos valientes que nos defendieron y le devolvieron la viabilidad a Colombia. Palabras que los civiles consideramos respetables, son para ellos mucho más: son la fuerza determinante de su existencia. Honor, amor a la patria, integridad, solidaridad, no son simples ideas para ellos. Son la razón para sacrificarse y para exponer su vida y su salud continuamente.Si la primera parte del libro le permite al lector apreciar las mejores facetas del ser humano, la segunda lo lleva a conocer las peores. En ella se presentan, en detalle y con la angustia de quien las ha sufrido, las trampas y persecuciones a las que se ven sometidos los militares víctimas de la guerra jurídica desatada contra ellos en la última década. Guerra adelantada por los llamados ‘operadores judiciales’, de todas las ramas y de todos los rangos, desde el más bajo hasta el más alto, y en la que usan todas las armas, hasta las más innobles. Habiendo sido víctimas de ella militares tan pulcros como los generales Arias Cabrales y Uscátegui, un oficial de la trayectoria y logros del coronel Mejía ha sido otra pieza de caza de gran valor.Pareciera que, a falta de jueces probos, el coronel Mejía buscara ser juzgado por el lector. Sin embargo, los datos y hechos que presenta son tan claros que pronto es evidente que no es él quien debiera ser juzgado sino el Estado y la justicia colombiana. Y no les va bien. Porque si bien en el sector judicial laboran innumerables personas honestas y valientes, hay en él suficientes manzanas podridas para entender por qué solamente la guerrilla tiene una peor imagen entre la ciudadanía que nuestro aparato judicial. Juicio que puede emparejarse, pues se ayudan tanto entre sí que no sería raro que algún día reciban igual calificación.Este libro claramente saca al lector de su área de confort y lo enfrenta con crudas realidades sobre el presente y el futuro del país. Merece ser leído. Quiero recomendarlo particularmente hoy, cuando celebramos otro año de la Independencia que aún gozamos gracias al sacrificio de personas como su autor. Quien lo lea entenderá por qué al coronel Mejía no podrán arrodillarlo.