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Dignidad envidiable

El año pasado, el gobierno panameño detuvo un carguero norcoreano que, violando...

5 de febrero de 2014 Por: Emilio Sardi

El año pasado, el gobierno panameño detuvo un carguero norcoreano que, violando las normas internacionales y panameñas, pretendía pasar por el canal de Panamá un cargamento de armas y equipo bélico, camuflado dentro de un cargamento de azúcar, ambos embarcados en Cuba y supuestamente con Corea del Norte como destino. Nunca fue claro por qué Cuba, una pequeña isla caribeña sometida al reinado de un par de ancianos hermanos y de la desesperanza, sin capacidad técnica de ninguna naturaleza, estaba enviando armamento a un país que ha decidido dejar de alimentar a sus ciudadanos con el fin de concentrar todos sus recursos en el desarrollo de un gigantesco aparato bélico muchas veces superior al de ella.Sobre el tema circulan diversos rumores, y las sospechas más fuertes son que, antes de cruzar el Pacífico, el buque interceptado iba a tocar un puerto suramericano donde desembarcaría ese armamento, cuyo destinatario final era realmente la Farc, y no Corea del Norte. De ser esto cierto, esta sería apenas una instancia más del apoyo que el gobierno cubano le ha dado permanentemente a la narcoguerrilla colombiana, y simplemente un servicio adicional al de hospedaje que hoy les presta a sus más connotados dirigentes.Como era apenas natural, el gobierno panameño le solicitó al cubano una explicación de este acto, a la vez irrespetuoso e inamistoso. Y como no es posible explicar lo que no tiene explicación legítima alguna, el gobierno cubano se ha abstenido de dar respuesta a esa solicitud, probablemente con la convicción de que todo se olvida con el correr del tiempo. Pues en este caso, por lo menos por ahora, no ha sido así.Invitado a la cumbre de la Celac, ese montaje teatral en el que los mandatarios latinoamericanos se reunieron para refrendar y festejar el medio siglo de desaforadas y continuas violaciones de los derechos humanos y políticos de un pueblo a manos de un gobierno brutalmente autocrático, el presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, fue el único mandatario latinoamericano que no asistió a la pantomima. Con la excusa de su inconformidad con “el manejo que dio Cuba al asunto del barco norcoreano”, ni el presidente Martinelli ni su Canciller se hicieron presentes en la cumbre, evitándose así la vergüenza de aparecer respaldando ante el mundo la ‘democracia’ cubana.Varias veces me he preguntado si el gran Cauca, al cual pertenecía Cali, no cometió un grave error histórico al no decidir anexarse al istmo cuando se constituyó la nueva república de Panamá en 1903. Al envidiar la dignidad de su presidente en lo que atañe a la comedia de la Celac en Cuba, no puedo dejar de preguntármelo nuevamente.***La ciudadanía, el Gobierno y hasta la judicatura están escandalizados porque un juez le dio casa por cárcel a un temible capo de la temida “oficina de Envigado”. El escándalo no es distinto a los que se han dado las muchas veces en que los jueces les han otorgado privilegios o aún han liberado a los hampones más tenebrosos. Y como siempre, buscan el ahogado aguas arriba y piden que se investigue al juez, suponiendo que, siguiendo el ejemplo de las altas cortes, le está haciendo algún esguince a la ley. Pero no, generalmente están de acuerdo con ella. Lo que sucede es que las leyes 890 y 906 de 2004 y la 1098 de 2006, que gobiernan el manejo penal, son pésimas. Mientras no las cambien, los hampones seguirán en la calle.