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Compromisos fantasiosos

No es grave que cuando nuestros mandatarios se quieran dar pantalla ante el mundo adquieran compromisos ridículos e imposibles de cumplir.

26 de julio de 2022 Por: Emilio Sardi

Dentro del empalme que está teniendo lugar entre el gobierno saliente y el entrante, poco puede ser tan difícil de explicar como el compromiso que adquirió Colombia ante no sé quién de reducir en 51% sus emisiones de CO2 -el elemento que sostiene y le da la vida a la vegetación- para 2030. Son muchas las razones que dificultan entender el porqué y el cómo de este compromiso.

La matriz energética colombiana es una de las más limpias del mundo. En 2018, las fuentes de la generación mundial de energía fueron: carbón, 38%, gas natural, 23%, hidroeléctrica, 16%, nuclear, 10%, viento, 5%, petróleo, 3%, solar, 2%, biomasa, 2%, y otros, 1%. En contraste, el 73% de la capacidad de generación instalada en Colombia corresponde a las hidroeléctricas, y ellas, en virtud de nuestro régimen hídrico, generan casi el 80% de la electricidad que consumimos. ¡Cinco veces lo que representa esta generación en el contexto mundial!

Lo anterior, unido al hecho de que la penetración de vehículos es muy baja, aún comparada con otros países de Latinoamérica, hace que la emisión de CO2 de Colombia esté entre las más bajas del mundo. Según el Banco Mundial, la generación de CO2 per cápita de Colombia es de 1,6 toneladas anuales, mientras que el promedio mundial es 4,5. La Unión Europea generaba (antes de reiniciar la operación de sus térmicas) 6,4 toneladas per cápita anuales, Estados Unidos, 15,2, y aún América Latina genera 2,6.

En otros términos, en 2020 Colombia emitió 84 millones de toneladas de CO2, o sea 230.000 toneladas diarias. En ese lapso, el mundo emitió 38.400 millones, 105 millones por día, lo que quiere decir que Colombia emite alrededor del 0,22% de lo que emite el mundo. Si no fuera trágico sería un chiste que sí, a un costo extraordinario, Colombia logra reducir a la mitad sus emisiones, es decir deja de emitir 115.000 toneladas de CO2 por día en cifras de 2020, lo que habrá logrado para el mundo es ahorrarle el equivalente a lo que emite en 1 minuto y 35 segundos. ¡Uf, qué maravilla! ¿O no?

Queda el pequeño problema de cómo Colombia logrará hacerle ese portentoso aporte al bienestar del resto de la humanidad. Para empezar, diariamente los seres humanos producimos 1,2 kilogramos de CO2 al respirar. O sea que de las 230.000 toneladas que Colombia emite diariamente, sus habitantes aportamos 60.000. ¿Deberán dejar de respirar la mitad de ellos, o todos deberemos respirar la mitad?

Y si nos dejan respirar libremente a todos, se supone que debemos bajar el 68% de las 170.000 toneladas restantes. ¿Cuáles son las propuestas para lograrlo? ¿Se suspenderá el transporte vehicular y deberemos andar sólo en patines? ¿O no salir de las casas?

¿Sustituiremos nuestro exiguo parque térmico, esencial para afirmar nuestra generación eléctrica, por generadores eólicos o solares, de escasa confiabilidad y de gigantescos costos, tanto económicos como para el medio ambiente? ¿Eso cuando los europeos reinician la generación con carbón y China está añadiendo 500 térmicas de carbón a las 2000 que hoy opera? ¿De qué están hablando?

No es grave que cuando nuestros mandatarios se quieran dar pantalla ante el mundo adquieran compromisos ridículos e imposibles de cumplir.
Lo que sí sería grave es que se crean el cuento y, peor aún, que pretendan condenar a los colombianos a sufrir tremendos costos y sacrificios en la búsqueda de esos imposibles.