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A remediar el daño

Desde hace más de una semana, antes de que pudieran manifestarse los efectos del aislamiento obligatorio, el número de contagios con el virus chino Covid-19 empezó a estabilizarse en Colombia.

7 de abril de 2020 Por: Emilio Sardi

Desde hace más de una semana, antes de que pudieran manifestarse los efectos del aislamiento obligatorio, el número de contagios con el virus chino Covid-19 empezó a estabilizarse en Colombia en unos cien diarios. Este pausado crecimiento dista muchísimo del exponencial predicho por los profetas del desastre y del que se ha presentado en la zona subtropical del hemisferio norte, que hasta el momento reporta el 97% de las muertes.

No son claras las causas de este hecho, que pueden ser desde el clima o la composición racial del país, hasta la protección fruto del manejo serio que, por generaciones, han tenido aquí las campañas de vacunación. Pero sí es claro que lo más probable es que se mantenga o aún mejore en la medida en que los efectos del aislamiento obligatorio empiecen a aparecer. Por eso, debe haber sido muy difícil para el presidente Duque tomar la decisión de prolongar por dos semanas, al ampliar el aislamiento, la creciente destrucción del tejido social y económico de la Nación.

En el ambiente de terror generalizado que se está viviendo, la medida ha sido bien recibida por la ciudadanía, y en particular por los políticos. Por milenios, los vivos han explotado los miedos de los rebaños, y por eso es tan evidente el ansia de protagonismo de muchos de ellos. Pero ese no puede ser el caso del presidente Duque. Su responsabilidad es con el largo plazo, y habiendo tomado las decisiones del ahora, debe enfocarse en las del futuro.

Su atención debe volcarse a los enfermos más graves que tiene hoy Colombia: el sustento y el trabajo de sus ciudadanos. Y deberá evitar tratar el tremendo daño socioeconómico que el país está sufriendo con paños de agua tibia, como ha sucedido hasta ahora, y tomar con presteza las medidas económicas de verdadera trascendencia que el país requiere.

La primera, obviamente, es reconocer que las sumas prometidas al sector salud son insuficientes. Es esencial que se le entreguen prontamente los 8 billones de pesos que se le adeudan. Con esta entrega no solo se hará justicia sino que se garantizará el buen funcionamiento del sistema. Pero también es urgente darle inmediata atención al gravísimo problema socioeconómico que se ha creado a raíz del virus.

La suspensión por cinco semanas del 70% de la actividad económica del país hará caer el PIB en por lo menos 6%. Como al reiniciar la operación es imposible regresar inmediatamente a los niveles anteriores, ese daño se elevará en unos puntos más. Y habrá sectores cuya recuperación tardará más. Todo esto conducirá a mayor pobreza y a pérdida de bienestar, particularmente de los más vulnerables. En poco más de un mes se habrán borrado los logros sociales de una década.

Urge remediar el daño y poner el país a funcionar con la mayor celeridad. Para esto se requieren medidas económicas extremas, de gran fortaleza, y este no es momento para el manejo acartonado y timorato que ha sido tradicional en nuestras autoridades económicas. Es de extrema urgencia darle liquidez real y amplia a la economía porque, con el paro, las empresas, particularmente las medianas y pequeñas, han agotado sus cajas. Y también se requiere resarcir a sectores enteros de la economía por las pérdidas irrecuperables ocasionadas por la cuarentena. Si no, nunca podrán volver a operar eficazmente. El liderazgo del presidente es hoy necesario para cubrir el costo de las medidas que se han tomado.