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Un necesario retrovisor

Por eso, por haber participado en algunas de estas gestas o conocer de cerca sus promotores, me da tan duro sentir nuestra decadencia como región

24 de septiembre de 2021 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

Hubo una época en la que siendo Cali una pequeña ciudad, un puñado de ciudadanos sin poder ni apetitos personales, pero con amor a la región, decidieron buscar en Canadá la sede de los Juegos Panamericanos. Lo lograron y con este pretexto, transformaron la ciudad.

Recuerdo cuando desafiantes se hicieron en el Valle las primeras carreteras por concesión en Colombia y nos hicimos referente nacional de infraestructura vial.

Me parece que fue ayer cuando aprovechando el prestigio como ciudad, hicimos dos emisiones de bonos para financiar el programa de gobierno local. No nos asustó que los corredores de bolsa locales no nos creyeran y los colocamos en Bogotá.

Recuerdo la llamada de Gerardo Bedoya a preguntarme que si no me parecía arrogante que estuviéramos designando delegados comerciales del Valle en muchos países. No me parecía prepotencia, sino confianza en nuestra potencialidad como región.

Se me viene a la mente la época en la que la temporada taurina se vendía desde marzo y era imposible para los turistas conseguir boletas en diciembre. Para no perder el turismo internacional, sin temor decidimos hacer corridas diurnas y nocturnas en cada fecha. Parecía imposible, pero terminamos llenando la plaza en ambas ocasiones durante varias temporadas.

Por eso, por haber participado en algunas de estas gestas o conocer de cerca sus promotores, me da tan duro sentir nuestra decadencia como región. Estar en la capital de los bloqueos, la percepción de inseguridad, la indiferencia de la dirigencia privada frente a la política y a lo público y la sensación que la corrupción está detrás de cada nuevo contrato oficial.
Por esa maldita sensación nos cuesta trabajo celebrar cada nueva obra pues la suspicacia sobre los beneficios para los grupos gobernantes es mayor que el bien común que debe regir el servicio público.

Si la grandeza que nos acompañó durante tantas décadas, desafiante y visionaria, no hubiera desaparecido, con certeza un grupo de empresarios vallecaucanos, con su prestigio y acceso a la banca, se habrían unido para salvar a La 14 y con este, miles de empleos y de pequeños empresarios. Si el servicio público fuera la mejor manera de irrigar mejores oportunidades colectivas, no tendríamos las más bajas calificaciones del país, ni Emcali, otrora referente nacional en servicios públicos, estaría en el ojo del huracán por aparente conexión con el vergonzoso escándalo del MinTic, por el cual millones de niños, no podrán tener acceso a la competitividad que genera el acceso a la virtualidad.

Qué la vergüenza por lo que estamos viviendo no nos impida retomar el espíritu desafiante que nos llenó de orgullo.

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