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Referentes y valores

¿Dónde se inculcan los valores que hacen que cada persona se mantenga incólume ante las tentaciones malsanas o, al contrario, caiga fácilmente en ellas? La primera respuesta recae en las familias.

25 de agosto de 2017 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

¿Dónde se inculcan los valores que hacen que cada persona se mantenga incólume ante las tentaciones malsanas o, al contrario, caiga fácilmente en ellas? La primera respuesta recae en las familias.

Si así fuera de fácil, ¿cómo explicar que hijos de padres intachables, muchas veces ejemplos de laboriosidad y pulcritud, se conviertan en crueles narcotraficantes o en ladrones del erario público? Ante la ausencia de explicación, los culpables pasan entonces a ser el colegio o la universidad, como repartiendo cuota de responsabilidad en medio de la crisis institucional.

Creo que hay un gran trabajo por hacer: demostrar que la realización y la felicidad no son privilegio de los más ricos sino de aquellos que tienen sintonía entre su sana filosofía de vida y sus normales ingresos.

La vida me ha permitido tener muchos amigos y en esa variopinta de procedencias, razas y patrimonios donde caben ministros, industriales y músicos palenqueros, he aprendido que no existe relación entre la riqueza material y la espiritual. Una de esas amigas me decía sobre su millonario padre: pasó la mitad de las noches despierto imaginando como evadir a la Dian y la otra mitad, insomne, pensando en cómo sería cuando la Dian lo cogiera. La inseguridad, la avaricia, el temor a ser descubierto, la desconfianza “financiera” en los socios, en su pareja o en su yerno, todos estos son fantasmas que la gente normal no tiene. Gozan con lo que han logrado, se sienten honrados con sus amigos y la solidaridad es recíproca cuando no se tiene demasiado. El amor y el erotismo son auténticos pues lo que dan es lo que su corazón y sus cuerpos transmiten.

Cuando repaso descubro que mis admirados son, en su gran mayoría, personajes que no hicieron gran fortuna pero han sido exitosos en su vida laboral, familiar o afectiva.

En esa lista hay ricos como Bill Gates a quien aprendimos a admirar no por su fortuna, sino por su genialidad y su generosidad ilimitada. Es feliz por lo que ha dado, no por lo que ha ganado.

Cuando en Colombia destaquemos permanentemente tantos ciudadanos realizados cambiaremos los referentes y con estos, la obsesión por ser los más ricos y usualmente, los más infelices.

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