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La soledad en la multitud

Uno de los retos más grandes en el mundo del servicio es cómo llenar esos espacios de soledad en medio de las azarosas actividades diarias.

7 de septiembre de 2018 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

Uno de los retos más grandes en el mundo del servicio es cómo llenar esos espacios de soledad en medio de las azarosas actividades diarias.

¿Cómo hacer grata una fila en un banco? ¿Cómo hacer que el huésped de un hotel no cene solitario en su habitación? ¿Cómo hacer más atractiva la permanencia de una pareja en el restaurante? Lo cierto es que la soledad en un mundo interconectado se potencializa.

Hoy quien siente el agobio de la soledad, la percibe con mayor presión. Ese par del restaurante, por ejemplo, cada uno inmerso en su celular, siente hoy a su pareja más lejos, pues anteriormente su tedio estaba en la mesa, hoy su concentración está en otro lugar y posiblemente con otras personas lejanas a su compañero de mesa. Además, aterrizar de nuevo en la conversación será más difícil.

La imaginación de los empresarios del servicio se exige cada día más para lograr que el recuerdo de una ida a cenar o a un hotel registre memorias gratas que superen la lejanía o el aburrimiento de tantos ratos.

Aplicaciones tecnológicas para jugar en pareja; catas de licores, algunas a ciegas; entradas experienciales con fuego, humo, aromas y contrastes fisicoquímicos y hasta personal divertido pero respetuoso, hacen parte de la variedad de alternativas para darle vida a esos momentos que debiendo ser agradables, terminan siendo rutinarios y sosos.

Hasta cenas clandestinas se han inventado los chefs para competir, no con recetas sino con la experiencia de cenar con desconocidos en la misma mesa. El chef hace conocer al mercado un atractivo menú, usualmente en su casa y con una mesa que no supera 16 comensales, atiende las personas o parejas que debidamente referenciadas, llegan a la mesa sin tener idea de quién será su vecino de puesto, todo con el ánimo de conocer nuevas caras y tener sensaciones diferentes en el programa clásico de salir a cenar.

Que vuele la imaginación para combatir la soledad de millones de cibernautas que por estar buscando el entretenimiento en las redes, olvidan que usualmente la mejor compañía es la que está cerca; el mejor plato es el que se comparte con quien se quiere y los mejores momentos están mucho más alcanzables y próximos que en un intruso video.